CÓMO CONVERTIR TUS EMOCIONES EN TU FUENTE DE BIENESTAR

elijo-mi-caraEl tema de las emociones se ha convertido en uno de los más actuales en nuestras vidas. A todo se llama emoción, de emociones se habla en todos los contextos. Cada día se tienen más en cuenta, están más presente en nuestras vidas y se habla más abiertamente de ellas. Pero, ¡qué poco sabemos de ellas!

Muchas personas cuando me preguntan sobre emociones quieren saber cómo cambiar las cosas que les afectan y pocas veces se plantean cómo reaccionan ante lo que les afecta. Y la clave no está en cambiar las cosas, sino en cambiar tu forma de responder ante ellas. Puede, que, además, las cosas cambien, como resultado de tu nueva forma de actuar.

El caso es que así como gestionemos nuestro mundo interior, así será la calidad de nuestra vida. Esto incluye el cómo nos tomamos las cosas, qué sentido le damos y como respondemos. Hablamos por tanto de gestionarnos, no sólo en las emociones, sino muy, muy importante, en los pensamientos que, además, están asociados a ellas. Con ello se nos abren nuevas posibilidades de vivir con más satisfacción y mayor bienestar.

En el “Consultorio de emociones” en el que intervengo en Radio CRO, suelen preguntarme: Isabel, ¿alguna fórmula que nos ayude a ello?”, “danos una solución rápida”.

Y la verdad, es que no hay baritas mágicas. Como en casi todo,  los resultados dependen del trabajo y empeño que pongas en ello. No obstante en la Escuela de Evolución Emocional que dirijo, tenemos claro que conocer cómo me están afectando mis emociones es un paso esencial para poder convertirlas en un recurso para nuestro bienestar.

El desconocimiento sobre nuestra naturaleza humana nos ha llevado a pensar que sólo la razón tiene derecho a expresarse.

Con frecuencia hemos oído frases como “las emociones fuera del trabajo” o “es que es muy emocional” con carácter despectivo (y casi siempre en relación a una mujer).

Lo primero que necesitamos es darnos permiso para sentir la emoción, y digo bien: “darnos permiso” porque la cultura racionalista que impera aún en nuestra sociedad rechaza abiertamente el valor de las emociones y sobre todo su expresión, de ahí que las dos respuestas permitidas sean reprimirlas, como si no existieran, o dejarnos llevar por ellas en desbordamientos emocionales o pensamientos polarizados.

El darnos cuenta de lo que nos está pasando, de lo que sentimos ante los hechos que ocurren es el primer paso.

Sólo cuando yo me doy cuenta de que estoy airado, triste o asqueado, puedo empezar a tomar distancia de esa emoción.

A la luz de una ingente cantidad de investigación neurocientífica, gracias a los enormes avances técnicos actuales, tenemos mucha más información de cómo las emociones son parte de nuestra naturaleza. Es por ello, también, que podemos hablar de las emociones con un mayor rigor y conocimiento hoy en día.

Y, en ese aprendizaje de asimilar, respetar y gestionar las emociones como parte esencial de nosotros mismos estamos. Las emociones son estrategias todas utilísimas y oportunas, no son buenas o malas, sino necesarias para que podamos responde de manera diferente a circunstancias diferentes. Tendemos a considerarlas negativas cuando en realidad nos avisan de información negativa, no porque sean negativas en sí mismas. Su cualidad e intensidad es más la consecuencia de cómo interpretamos los hechos que de los hechos en sí mismos.  ¿Te tomas igual las cosas si estás relajado que si estás airado?

Ahora bien, el foco no está en quedarte en las emociones, sino en tomar decisiones sobre lo que hacer con ellas.

Algunas ideas prácticas para gestionar las emociones.

  1. ¡¡Elije!! Qué hacer. No es lo mismo reaccionar que responder. Reaccionamos cuando nos dejamos llevar en piloto automático por la fuerza de nuestra emoción y respondemos cuando elegimos cómo hacerlo.
  2. Reconoce tu emoción. La educación racionalista no nos ayuda mucho. Nos han enseñado que “llorar es de débiles”, que “la ira es agresividad”, que “la tristeza es de personas poco fiables”, etc., etc. Lo importante aquí es que te des cuenta de cómo te estás sintiendo, cuáles son tus sensaciones corporales, qué pensamientos se te pasan por la cabeza. Darte cuenta de ello hará que no reacciones impulsivamente. Suelo decir en mis formaciones sobre emociones que hay que sumergirse en la emoción para después poder salir de ella.
  3. Acéptala. Sea cual sea la emoción es importante, no es buen ni mala, ni inadecuada o inútil. Es una información clave para que entiendas cómo te tomas las cosas.
  4. Entiende lo que te dice. Cada emoción es una forma de reaccionar ante las circunstancias. Ante un mismo hecho yo puedo tomármelo airadamente o no. Si mi emoción es la ira me estoy sintiendo agredido, en peligro, ¿por qué? Este es uno de los aspectos que más cuesta entender a mis clientes, bien coachees o bien alumnos, porque la fuerza de la educación es muy fuerte y las defensas personales suelen ser muy potentes. Nos cuesta entender por qué reaccionamos como lo hacemos. Y matizo, entender y no escuchar, porque algunas personas entienden que escuchar es hacer caso. No se trata de hacer caso a la emoción sino de preguntarnos por qué nos estamos tomando las cosas así. ¿Por qué esta persona me saca de quicio?, ¿por qué me ha molestado lo que ha dicho?, ¿por qué me da pena eso que me dicen?
  5. Analiza. Tal y como te sientes, ¿qué puedes hacer?, ¿es eso lo que quieres?, es más, ¿es eso lo que te interesa?, ¿en qué medida esto es coherente con tus valores personales?
  6. Actúa. El cambio es la medida del éxito. Cuando consigues redirigir tu emoción para que se convierta en la energía que necesitas para conseguir lo que quieres, has triunfado. El comportamiento, al final, es esencial. No te puedes quedar en la emoción sino que tienes que pasar a la acción.

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  Al final, son muy buenas noticias, nuestra inteligencia emocional se desarrolla constantemente, sólo tenemos que poner un poquito de atención y elegir qué queremos. Lo mejor de gestionar nuestra emociones con estos sencillos pasos es que te vas a sentir mucho mejor, la calidad de tu bienestar se incrementa y, además, eres mucho más eficiente en lo que haces en tu vida.

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