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Día del soltero

El Día del soltero o Singles Day no deja de ser otra excusa comercial para fomentar ciertos comportamientos y compras. No es una casualidad que se haya situado en el mundo occidental justo antes del día de los enamorados para reivindicar el orgullo de estar solteros o, al menos, ese era el objetivo que pretendían los estudiantes de la Universidad de Nanjing de China que, a finales de los años 90, decidieron instaurarlo, aunque ellos lo hacían el 11 del 11.

TENDENCIA SOCIAL

Parece que no hay día del calendario que no esté dedicado a algún colectivo o causa. Uno de sus efectos es poner la atención sobre el tema del día y, por eso, vamos a aprovechar la oportunidad de reflexionar sobre las relaciones interpersonales, el impacto de la pandemia del COVID19 en ellas y las tendencias en estilo de vida globales.

Estamos viviendo un cambio de paradigma en los países occidentalizados donde la vida en torno a los servicios domina. Los valores tradicionales de familia coinciden actualmente con otros valores individualistas que reivindican como opción personal un estilo de vida diferente. Los mandatos y creencias culturales propios de culturas agrícolas como analiza Yuval Noah Harari en Sapiens coexisten con valores que anteponen al individuo al grupo. La cohesión social de una cultura de origen agrícola no es la misma que la cohesión social que el mundo digital ofrece. Ahora tus relaciones pueden ser a nivel global.

El fenómeno de la soltería, definido como no tener una pareja estable con la que mantienes una relación afectiva, es una tendencia al alza en el mundo occidental. Si bien hace años se consideraba una deshonra, especialmente para las mujeres, estar soltera, hoy en día es una opción personal e, incluso, un estilo de vida. Junto a los solteros de vocación están los solteros por obligación tras una separación o divorcio. Hoy en día, hay muchas posibilidades de vivir de forma autónoma e independiente y hay quien confunde soltería con estar sólo. Pero estar soltero no significa que no haya vínculos emocionales con alguien en especial, el límite parece estar en el compromiso que se acepta en la relación de pareja.

INDIVIDUALISMO

Estar soltero es mucho más que no tener pareja, actualmente, hay una tendencia al individualismo que probablemente se haya incrementado notablemente con el aislamiento. Tendremos que esperar a que pase la pandemia para ver los efectos en las relaciones. Oímos continuamente mensajes marketinianos facilones de “sé el dueño de tu vida”; “piensa en ti”; “sé el amo de tu destino”, y muchos eslóganes de este tipo que ahondan en la tendencia al individualismo.

Pensar en uno mismo, en cómo uno se enfrenta a la vida, en cómo se siente y actúa en ella es algo muy valioso y realmente importante para que una persona de sentido a su vida. No todas las personas se plantean de forma deliberada una reflexión sobre cómo están viviendo, sin embargo, sí que hay un notable incremento de personas que se plantean un proceso de autoconocimiento de psicología coaching o un asesoramiento psicológico en torno a los cuarenta años, no es baladí la famosa crisis de los cuarenta. Al borde de la mitad de la vida el tomar consciencia de cómo quieres vivir es un tema muy frecuente y para muchas personas es el momento decisivo de comprometerse consigo mismo y afianzarse o no en la soltería.

Otra situación diferente es cuando sientes la necesidad de pensar sólo en ti y anteponer tus deseos a cualquier otra consideración como forma de autoafirmación personal.

REDES SOCIALES

El uso de las redes sociales también está abriendo nuevas posibilidades a la soltería. Cada vez hay más personas, especialmente de más de 40 años, que prefieren mantener relaciones on line y sólo on line. Es una forma también de mantener el control sobre lo que admites y no admites en tu vida. La pantalla o el whatsup es una puerta que puedes cerrar a voluntad y marcar firmes límites a la relación sin los inconvenientes de la convivencia.

CONFINAMIENTO

El aislamiento social al que nos hemos visto obligados en el último año ha planteado dificultades psicológicas a muchas personas para hacer frente a la realidad. Las consultas de psicología se han incrementado en busca de respuestas a cómo superar el aislamiento pero no necesariamente por vivir solteros. Precisamente el compromiso que muchos solteros tienen consigo mismo ha hecho que se autocuiden más, para otros, la soledad ha sido realmente importante y, en otros, se ha despertado una hafefobia o miedo irracional y desmesurado al contacto físico con otros.  

El efecto pandemia ha hecho más evidente que nunca el peso de las relaciones personales en nuestra vida y podría modificar de forma permanente la forma en que interactuamos con los demás y con el mundo exterior. Es muy probable que, por ello, la soltería sea cada vez más frecuente.

Enlace recomendado: http://www.elenadapra.com/index.php/dia-internacional-del-soltero2021/

Ya no seremos los mismos

espiralesNo habrá vuelta a la normalidad por mucho que nos empeñemos en querer volver a lo de antes, a nuestra vida que tanto echamos de menos. Se han producido unas rupturas sociales de tal calibre que el escenario ha cambiado.

 

Es más, no habrá una normalidad a la que volver.

Para aquellos que su vida no se haya visto afectada sustancialmente aún podrían hacerse a la idea de normalidad. Mantienen su trabajo como siempre, sus recursos no se han visto reducidos, su entorno familiar no ha sufrido pérdidas. Se han visto afectados, sí, pero sin que eso implique unas consecuencias de antes y después en sus vidas. Por el contrario, para aquellos que han perdido su trabajo, sus recursos como pequeña empresa o autónomos, o han perdido a sus familiares, ¿cuál va a ser la normalidad a la que volver?

La Pirámide de Necesidades de Maslow vuelve a tener un especial sentido en estos momentos. Para aquellos que de golpe han visto que su vida retrocedía al nivel básico de supervivencia, los problemas y temores son otros de los que tengan aquellos para los que no han cambiado sus recursos y su seguridad laboral.

La fractura entre aquellos que de repente se han visto arrojados a un nivel de supervivencia y los que se mantienen en su nivel de seguridad es y será más grande que nunca en la historia.

¿Podemos esperar que las reacciones sean las mismas?

Aún en el supuesto de que existiera esa normalidad a la que volver, los cambios de comportamientos que parecen inevitables van a construir espacios sociales muy diferentes.

El dramatismo de lo que estamos viviendo está produciendo profundos cambios en las dimensiones esenciales de las personas.

A nivel cognitivo, están cambiando algunas creencias sobre la vida, el mundo y nosotros mismos, nuestro sesgo de invulnerabilidad se ha visto conmocionado. Nos hemos dado cuenta de que cualquiera, de que cada uno, puede ver su vida cortada con una rapidez inusitada, algo que en la sociedad actual nos parece casi improbable y hablamos siempre de la alta esperanza de vida con la que contamos obviando la fragilidad de la vida hasta que esta situación nos ha confrontado con ella.

A nivel conductual, el forzado cambio de comportamientos ha roto nuestros hábitos fáciles y cómodos, forzando nuevas conductas que ahora requieren más consciencia, voluntad y energía. Esto nos ha confrontado con la necesidad de reevaluar las cosas que antes hacíamos y que nos parecían imprescindibles en nuestro día a día. Lo que antes parecía prioritario ahora puede que no se interprete así. Todas nuestras rutinas de casa se han podido ver cuestionadas, ¿para qué? ¿por qué? ¿de verdad es necesario? ¿por qué no? ¿cuándo?. Y, ya no digamos si incluimos el trabajar en casa. Espacio, tiempos, reuniones, llamadas, todo ahora se ha visto reformulado de la noche a la mañana. ¿Qué aprendizajes haremos de todos estos cambios? ¿qué cambiará en nuestra forma de trabajar? ¿qué cambiaremos de nuestra relación con el trabajo?

A nivel social y, dependiendo mucho de cómo se esté viviendo si solos o con otras personas, nos hemos dado cuenta del valor y fuerza que tienen para nuestro bienestar las relaciones sociales. Nos echamos de menos y, aunque la tecnología nos ha mantenido más comunicados que nunca, el contacto físico, la energía generada en el encuentro nos falta. Ahora somos más conscientes del valor que tiene para nosotros la compañía y la conversación. ¿Qué mantendremos de ello? ¿Querremos volver a una actividad ciega, a un no parar en el que no encontramos el momento de quedar con aquellos que nos importan?

A nivel emocional, el prolongado período de alarma ha hecho que estemos viviendo una montaña rusa de emociones negativas entre el miedo, la tristeza y la rabia, oscilando entre ellas una y otra vez

Las personas estamos sufriendo una prolongada situación de peligro con repercusiones de mucho calado en nosotros mismos. Cuando las personas nos sentimos amenazadas sólo tenemos tres tipos de respuesta automáticas: la lucha, la huida y la parálisis. El hecho de que se esté prolongando durante meses está consolidando una emocionalidad colectiva negativa que fluctúa como un péndulo entre el miedo, la tristeza y la ira, oscilando entre ellas una y otra vez según las noticias, el desarrollo de estrategias de afrontamiento de inteligencia emocional que hayamos adquirido  y según nuestra personalidad.

En un principio, la parálisis era la reacción más generalizada, la confusión mental, el no creernos lo que pasaba y la impotencia y el desconcierto los sentimientos predominantes. Después del shock inicial y forzados por el aislamiento, la respuesta común era esa huída a nuestro espacio de seguridad, a la casa, al no salir y casi escondernos para que el #COVID19 no nos alcanzara. Tras más de 40 días aislados y cuatro meses de información negativa, las ganas de luchar están tomando el relevo. La fortaleza psicológica de las personas, junto a mejores cifras de curación y contagio hacen que nuestra  indefensión aprendida ante el virus está bajando.  Muchas personas comienzan a sentir sentimientos de indignación por la falta de libertad y las decisiones tomadas, la reacción de lucha, eso sí, controlada, va creciendo y se repiten las demandas de medidas y libertad.

Todos estos cambios nos han cambiado. Ya no somos los mismos.

Y aún en el supuesto de que hubiera la normalidad de lo anterior a la que volver, ya no veríamos ni actuaríamos igual. Nuestra percepción de la vida es otra, nuestras prioridades se han visto cuestionadas y nosotros nos hemos vuelto más resilientes, sí más resistentes, pero también con un mayor sentido de fragilidad y una jerarquía de prioridades nueva.

Habrá que construir un nuevo espacio social en el que tenga cabida esta nueva mirada de la vida y aprovechar los aprendizajes.

¿Querremos cambiar algo?

LA PANDEMIA DEL MIEDO

coronavirusMucho se está hablando de las consecuencias económicas y laborales de la pandemia de coronavirus. Ahora, también, comienza a hablarse de las consecuencias psicológicas del stress prolongado al que estamos sometidos los ciudadanos.

Y, éstas las consecuencias psicológicas tienen una gravedad de gran alcance. Al final, saldremos de la crisis, agotados, debilitados, con peor salud o renovados y más resilientes, pero en muchos casos con un alto coste bio-psico-social. El stress continuado no deja indemne a las personas que sufrimos y somatizamos esa tensión sostenida lo que afecta nuestra salud, nuestra capacidad de afrontar la realidad y nuestras relaciones.

Los contagios masivos como éste que estamos viviendo son situaciones que provocan respuestas como las que tienen las personas en situaciones de catástrofes y emergencias.

Las personas respondemos con una respuesta emocional de miedo, en principio, debida a que se vive la situación como una amenaza para nuestra supervivencia ante la que nos vemos sin capacidad de acción. Ante las amenazas, se producen tres tipos de respuesta: evitación, lucha o huída.

Al ser una situación difundida en los medios con un continuo “en directo” se produce una constante sobreactivación de los niveles de alarma  y stress de la población, el componente emocional (el miedo) se ve activado una y otra vez ante la amenaza y la salud psicológica se ve afectada.

El miedo se contagia con gran celeridad y hace que colectivamente tengamos reacciones simultáneas y coincidentes que se refuerzan mutuamente. Mientras nos paralice y las autoridades nos hablen de que se sabe qué hacer evitaremos entrar en el pánico colectivo.

La Asociación Americana de Psicología (APA-American Psychological Association), en un artículo publicado en su página Web (Five Ways to View Coverage of the Coronavirus), aborda que las últimas noticias sobre nuevos brotes de Coronavirus en todo el mundo, sumado a la especulación que surge en torno a la generalización de esta problemática, están provocando un incremento de la ansiedad en toda la población y son necesarias medidas para controlar los altos niveles de ansiedad colectiva.

En este contexto, puede llegar a ser más potente el virus del miedo que el propio virus. ¿Cómo se podría negar el impacto y peligro del coronavirus? Pero, ahora, más que nunca es importante darnos cuenta de las consecuencias  que tiene el cómo nos tomamos lo que está pasando.

Las reacciones colectivas tienen una evolución estudiada por los profesionales de la psicología. Son fases previsibles en las que nuestras reacciones van variando y también nuestras necesidades, sobre todo de información y gestión, para salir de la situación. Afectan nuestra forma de pensar, de sentir y, también, nuestra conducta.

FASES DE EVOLUCIÓN DE LA EPIDEMIA EFECTOS PSICOLÓGICOS SOBRE LAS PERSONAS
FASE PREVIA

La amenaza se minimiza o niega tanto por las autoridades como por la colectividad.

Está en China, lejos, es un virus más, no nos afecta

Los medios de comunicación incentivan la atención.

Los más alarmistas se preocupan y comienzan a oírse  premoniciones apocalípticas.

Hay una baja alarma, “podría afectarnos”.

FASE ALERTA

Hay señales de alerta que crean una atención especial, una vigilancia útil, prevención y protección.

Ya está cerca, en Italia.

La atención pasa a convertirse en una preocupación. Nos puede afectar.

Los niveles de stress comienzan a elevarse mucho.

El miedo se convierte en colectivo, ahora la población se ve amenazada y responde con parálisis esperando que las autoridades respondan adecuadamente para proteger sus vidas.

Se busca la guía de las autoridades sobre qué esperar.

Circula mucha información inadecuada: bulos, rumores, alarmismos que no hacen más que focalizar la atención en el problema y crear alarmismo.

CHOQUE o REACCIÓN

Medidas de contención particulares y a medida de lo que va ocurriendo.

El virus está entre nosotros, primeros contagios y fallecimientos.

El impacto psicológico es muy alto. Se producen alteraciones cognitivas, afectivas y conductuales que afectan a toda la población.

–          Stress colectivo

–          Alteraciones afectivas

–          Sensación de irrealidad

–          Suspensión de la actividad

–          Desconcentración

Ahora se necesita que las autoridades muestren control y dominio de los diferentes escenarios para no entrar en pánico.

Las consultas a los profesionales de la Psicología por ansiedad se disparan.

EMERGENCIA

Medidas de aislamiento.

Es la fase de contagio masivo y el número de fallecimientos se incrementa.

En esta fase el impacto psicológico es tan alto que se convierte en una necesidad prioritaria darle respuesta.

–          Alta ansiedad.

–          Intensa necesidad de compartir la angustia.

–          Pensamientos repetitivos (y catastróficos) sobre lo que ocurre.

–          Se necesita

Se apela a la responsabilidad individual por el bien social, el individuo siente que no es importante y la reacción depresiva puede generalizarse.

Las consultas a los profesionales de la Psicología por desánimo y depresión son las más numerosas ahora.

RESOLUCIÓN     .

El contagio va disminuyendo, los contagiados se van recuperando.

Las personas nos hemos ido acostumbrando y ahora las necesidades psicológicas tienen que ver con pasar página lo antes posible.

–          Disminuye el stress.

–          Aumentan las conductas solidarias que facilitan una recuperación social.

–          Habituación a la situación.

–          Hay ganas de volver a las rutinas lo antes posible.

En parte por la habituación y en parte por la resolución del problema, las personas nos enfocamos en retomar nuestras vidas.

Para algunos, en especial los autónomos, con especial dureza, debido a la que la pérdida de actividad ha limitado sus ingresos y, en algunos casos, llevado a un nivel de subsistencia económica del que será doblemente difícil recuperarse.

ADAPTACIÓN POSTERIOR Una situación tan prolongada de miedo y los niveles de stress sufridos tardan en desaparecer del todo.

Si a eso se le suma la pérdida de empleo o la actividad económica, los efectos post-traumáticos pueden prolongarse.

Habrá cambios en las creencias individuales y colectivas sobre el afrontamiento de la vida, el modelo de vida, las prioridades, las relaciones, etc. que pueden acelerar cambios sociales ya emergentes previamente.

 

En la fase de alerta, la falta de información técnica permite rumores y priman las opiniones personales y los bulos. Los medios que dan el titular más catastrofista son los más oídos. La información negativa se difunde con más rapidez que la información positiva, no se cuestiona, sino que se acepta inmediatamente sin comprobarla, precisamente por su carácter de peligro percibido. Entre los efectos que se producen están una ilusión de invulnerabilidad grupal, el ostracismo, el aislamiento y el rechazo o incluso el ataque a aquellos colectivos a los que se les atribuye la responsabilidad de lo ocurrido. Hay una necesidad de atribuir de asignar la responsabilidad a alguien como mecanismo de defensa ante esta amenaza. La preocupación no es una respuesta eficiente, es darle vueltas a algo que puede ocurrir o no. Es muy diferente de ocuparse y buscar cómo afrontar la situación eficientemente.

En la fase de choque se produce una reacción. El peligro ya está aquí. Hay una reacción colectiva vinculada con la conmoción de la noticia, una inhibición y estupor. Los efectos en las personas afectan tanto a la cognición, como a las respuestas emocionales y conductuales. Se produce:

  • Stress colectivo
  • Alteraciones afectivas
  • Sensación de irrealidad
  • Suspensión de la actividad
  • Desconcentración

Se sabe que la reacción tiene una distribución de curva normal, es decir, una pequeña parte de la población, en torno al 15% tendrá una reacción patologizada, sentirán la catástrofe como propia, su pánico será desmedida y las reacciones hipocondríacas estarán presentes. Otro 15% se mantendrán estables con una baja respuesta de alarma aunque atentos y, un 70% se mantendrá en una calma aparente, en parte sumidos en una evitación cognitiva y una anestesia emocional ante la conmoción por la noticia de que el virus está entre nosotros y el peligro que supone.

El goteo constante de noticias que incrementan nuestra alarma, como que hayan enviado a todos los trabajadores de una empresa a casa, o que el número de contagios se expande geográficamente, o que los restaurantes chinos hayan cerrado hace que suframos la situación con una incertidumbre aún mayor. Nos preguntamos si ellos saben algo que nosotros no sabemos y si el peligro es mayor del que creemos. El desconcierto se generaliza.

Este grueso de la población es el que necesita más saber qué se va a hacer, cuáles son los escenarios posibles, cuáles son las medidas de coordinación y actuación que se prevén eficaces y cómo tienen que actuar. La actuación de las autoridades tiene que ser clara, precisa y constante, informando de los diferentes escenarios de evolución y las medidas a tomar en cada caso. Tienen que transmitir la sensación de que, aunque el contagio siga avanzando, todo está bajo control.

En la fase de emergencia, la alteración cognitiva, afectiva y conductual se ve incrementada ante las constantes malas noticias.

  • Alta ansiedad.
  • Intensa necesidad de compartir la angustia con otras personas.
  • Pensamientos repetitivos (y catastróficos) sobre lo que ocurre.

Las medidas de aislamiento social y la parada de la actividad productiva que se realizan en esta fase para contener el avance del contagio, no ayudan precisamente a relativizar la situación y afrontarla con los menores efectos secundarios en nuestra salud.

En esta fase es esencial, para no entrar en pánico, saber que, aunque el contagio esté avanzando, está bajo control, las autoridades sanitarias saben qué hacer y se está tratando y recuperando a los contagiados y, sobre todo, que estas situaciones tienen una evolución y un tiempo determinado, no son para siempre, la vida continuará después de la pandemia de coronavirus.

La comunicación con otras personas por teléfono, mensajería o videos nos ayuda a desahogar la tensión que acumulamos, especialmente necesario para aquellas personas que están solas. Es el lado positivo, si por una parte es el medio por el que se difunden bulos y rumores, también es el medio para recibir información técnica y apoyo social.

Fase de resolución, las cifras de contagio comienzan a bajar, la curva de afectados se enlentece y las cifras de curados comienza a subir significativamente. Las reacciones psicológicas van evolucionando:

  • Disminuye el stress.
  • Aumentan las conductas solidarias que facilitan una recuperación social.
  • Habituación a la situación.
  • Hay ganas de volver a las rutinas lo antes posible.

Fase de adaptación posterior. Una epidemia de estas dimensiones no desaparece sin dejar efectos secundarios en la población. Habrá un porcentaje de personas que mantendrán síntomas psicosomáticos incluso dos meses después de que se deje de hablar del coronavirus. Síntomas como tristeza, agresividad, respuestas exageradas, rumiación, hiperactividad, se mantendrán en un cuadro de stress post-traumático por el miedo acumulado ante el virus.

Muchas personas habrán sufrido, no sólo el confinamiento obligado, sino la pérdida de sus ingresos económicos por la falta de actividad. Tanto autónomos como despedidos sin paro, vivirán una prolongación de la situación de estrés debido a que sus necesidades de supervivencia no sólo se han visto afectadas a nivel la salud (y el riesgo de muerte), sino que se mantienen durante meses a nivel de supervivencia en el día a día (sus ingresos se han limitado).

Por otro lado, las creencias compartidas sobre uno mismo, el mundo y los otros podrán verse afectadas. ¿El mundo no será igual después de la crisis del coronavirus? Las personas nos acostumbramos con una enorme facilidad a lo que ocurre, nos adaptamos y generamos nuevas respuestas continuamente. La pandemia nos hará más sensibles a nuestra naturaleza, al sentido de lo global y a la necesidad de la investigación sanitaria. Ojalá también nos hiciera más sensibles a que todos, absolutamente todas las personas de todo el planeta compartimos la misma naturaleza y los mismos problemas.

PD: Si crees que necesitas apoyo para superar esta crisis, no corras el riesgo de cronificar el stress, incrementar conductas obsesivas, inducir conductas sobredimensionadas que no permiten manejar la situación eficientemente,  contacta con un profesional de la Psicología, que son los que tienen el conocimiento y la capacidad para atenderte sin provocar nuevos Te dejo el enlace al directorio del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid  o directorio@cop.es

EL SÍNDROME DEL ALIENADO

imagen alienado¿Qué pasa cuando otra persona te influye de tal forma que dejas de ser tú mismo?

De todos los síndromes psicológicos, éste, probablemente sea el más inquietante. Y, no por la forma en que la persona piensa, interpreta y se conduce, sino porque

la persona ha dejado de ser ella misma, de confiar en sí misma, de pensar por sí misma y de comportarse como es propio de ella.

No, no se debe a una situación crítica. Sí que es cierto que hay situaciones de tal calibre que desestabilizan por completo la mente de una persona como son un coma, un secuestro prolongado o una deprivación, bien de alimentos o bien de contacto humano, que sacan a la persona de su propio paradigma y cambia sus valores, prioridades y conductas, en definitiva, deja de ser ella misma para convertirse en otra persona. Es bien conocido el “Sindrome de Stokolmo” en el cual el secuestrado adopta y defiende lo puntos de vista de su secuestrador como propios.

En el síndrome del alienado podrían darse esas circunstancias, pero, lo habitual. es que estemos hablando de un “secuestro del discernimiento y la voluntad” de la persona en un entorno diario. El alienado no está sometido a una situación límite sino que en su cotidianeidad ha adoptado como propio el paradigma de otro y, ese otro, no es precisamente alguien lleno de bondad o que le ofrece sus ideas para ampliar su perspectiva o que quiere su bien. Por el contrario, estamos hablando de alguien que encuentra un valor especial en arrastrar y manipular el pensamiento, el sentimiento y la conducta de otra persona, ignorando y despreciando quién es esa persona.

No  es un síndrome del que se hable mucho y, sin embargo, está muy presente en nuestra sociedad. Se da en  parejas, entre amigos, en grupos sociales, entre compañeros de trabajo, por supuesto, en todos los grupos “istas” (pongan el nombre que quieran y termínenlo en –ista) que imponen a sus miembros una forma de entender y comportarse en la vida. La forma extrema del síndrome del alienado se da en las sectas.

Todos tenemos claro que la influencia de otras personas es importante. Somos seres sociales y, es gracias a otras personas, que aprendemos a dar un valor a la realidad y a cómo relacionarnos con ella. Necesitamos ser aceptados y, si no lo somos, sentimos que no tenemos valor alguno, hasta el extremo de que nuestra vida pierde sentido. En el inconsciente humano siempre hay un juego entre la indiferenciación personal, el ser uno mismo y la aceptación y aprobación de un grupo, para lo cual tienes que ser como los otros exigen que seas.

El problema no está en este juego dialéctico, sino en las personas o en el grupo que se toma como validador. Sabemos, también, que no todas las personas son una buena influencia para nosotros. Por su forma de pensar o de actuar, nos pueden arrastrar en contra de nuestro propio bien.

Hoy en día, es muy habitual oír hablar de las personas tóxicas, personas que nos influyen negativamente si bien es más o menos fácil identificarlas porque, en alguna medida, tenemos claro que nos hacen mal: afectan nuestro carácter; nos hacen sentirnos mal o nos vemos empujados a reaccionar sin control. Sin embargo, los alienadores son difíciles de distinguir cuando estás enganchado a ellos, aunque sí sean visibles para las personas del entorno del alienado.

¿A quién afecta?

La mayoría de las personas podríamos llegar a este estado en determinadas condiciones. No es una patología mental, salvo cuando así lo diagnostica la Psiquiatría. A diferencia de la psicosis, en la cual el individuo sustituye la realidad por un delirio,

en el estado de alienación el individuo sustituye la realidad por el discurso de otro que actúa como alienador.

La adolescencia es un momento fácil para este tipo de vínculos destructivos. Hay que considerar que, hoy en día, a su predisposición natural por el momento vital, se suma el impacto irresponsable y anónimo de las RRSS. Es bastante fácil que un adolescente pierda la fuerza personal que está aún en construcción para relativizar los juicios de otros (opiniones de otros, que no verdades) cuando convierte las RRSS en su principal fuente de validación como persona. De ahí la importancia de que los padres sean referentes sobre cómo interpretar la vida.

También, es un momento fácil para estos vínculos destructivos, la conocida como “crisis de los cuarenta”,  que se vive desde los 36 años a los 42 en los que la persona que no está segura de ser “válida” y duda del sentido de si mismo puede terminar buscando respuestas fáciles y “cantos de sirena” en alienadores que le den mensajes tranquilizadores.

El caso es que se produce un cambio en el mindset, en la interpretación de la propia vida, que va en contra de todo lo que la persona ha vivido y validado como adecuado hasta ahora. Hasta aquí, podría interpretarse como un ejercicio de la indiferenciación y poder personal en la construcción del sí mismo, sin embargo, en el síndrome del alienado, esta modificación cognitiva se debe a una necesidad ontológica no resuelta de la persona que se junta, además, con la presencia de la influencia perversa de un alienador.

¿Qué te lleva a dejarte alienar?

Para que se produzca el síndrome del alienado se dan varias circunstancias simultáneamente:

  1. Una cierta predisposición personal
  2. Factores externos
  3. La presencia del alienador

El alienado reúne dos condiciones psicológicas simultáneamente que le pueden predisponer a caer en ello. Por un lado, una propensión a la dependencia en el vínculo (relación de unión con otra persona, típicamente los vínculos afectivos con padres, pareja o hijos) porque la persona aún no ha conseguido la autonomía propia de una identidad bien definida. Sigue en el juego dialéctico de “ser” o “no ser”, en definitiva, de decidir “quién ser”. Es, precisamente, para compensar esa insatisfacción consigo sí mismo, esa falta de sentirse validado, por lo que puede estar volcado en hacer cosas continuamente, no sólo estar ocupado sino en no parar para no tener el tiempo de confrontarse consigo mismo y revisar la validación que hace de sí mismo. Además y, esto potencia la predisposición, tiene una propensión obsesiva que le lleva a tomarse las cosas en forma absoluta, en términos dicotómicos de sí o no.

Factores externos como altos niveles de stress situacional, bien por el trabajo (incertidumbre, cambios continuos, carga excesiva o carencia); las relaciones (conflictos, separaciones, fallecimientos); la familia (crianza y cuidado de otros miembros enfermos o mayores); las noticias (siempre catastrofistas), las condiciones de vida (carencias, dureza); residencias (cambios, ausencia de un lugar fijo, de seguridad); déficits en la alimentación (en concreto la falta de proteínas), etc.

La presencia cercana del alienador es el requisito imprescindible. El alienador es un individuo que se cree poseedor de la única verdad absoluta sobre la vida, las personas, lo que debe y no debe pensarse, sentirse o hacerse y, que necesita imponerla a los demás como forma de sentir un cierto control que le permita reducir su propia incapacidad para afrontar la incertidumbre y la diversidad. Como no es capaz de controlarse a sí mismo proyecta el control sobre otras personas. Suele asociarse a algún síndrome o trastorno neurológico. En vez de gestionar su vida, proyecta el control sobre la vida de los demás y, éste es un aspecto diferencial que lo caracteriza de sociópata, encuentra un auténtico placer en manipular y adoctrinar a otras personas, en aislarlas de otras personas referentes para ellos (en especial sus seres queridos) y en eliminar su libertad y voluntad. Es un individuo sociópata que manipula, trasgrede, desafía o violenta las normas sociales en beneficio propio, sin importarle la ética social, ni el bienestar de los otros, ni las consecuencias que sus actos pueden tener sobre los demás. Descalificará, despreciará y humillará a los seres queridos del alienado haciéndole ver que no están a su altura para desconectarle de ellos. En el alienador hay una tendencia psicópata a aprovecharse del otro e incluso a hacerle daño sin sentimiento de culpa. No suele ser violento, su expresión puede parecer amable, divertida, cercana, más bien actúa como una fina lluvia constante, se habla de ellos como de “psicópatas de guante blanco”.

“Amigos”, profetas, gurús, influencers, periodistas influyentes en los medios de comunicación, conferenciantes y vendedores de felicidad, sobre todo los que aparecen más en las RRSS, iluminados de “la nueva vida” que dicen tener el conocimiento de algo oculto y sanador que va a eliminar tu dolor,…, TODOS, te dicen cómo tienes que vivir porque ellos sí que saben lo que tienes que hacer: cómo tienes que pensar, sentirte, actuar. Se muestran soberbios, como seres superiores a ti por sus principios, sus ideas o sus comportamientos, son mejores que tú, más listos que tú y en posesión de la verdad. Hay más alienadores de lo que nos imaginamos. El que en realidad afecta al alienado es aquel al que le abre la puerta de su intimidad, bien porque conviven, bien porque le escucha continuamente y, ese, sí que acaba con el alienado, convirtiéndote en una marioneta a su disposición.

El punto diferencial es que el alienado le ha otorgado al alienador la autoridad de ser su referente, su guía y ha adoptado de éste la forma de interpretar la vida, lo que vale y lo que no vale, lo que es cierto y lo que no.

¿Qué significa estar alienado?

Como siempre, entender el significado de las palabras nos permite comprender mejor el alcance de lo que expresan. Alienado procede del latín  alienatio, alejamiento, privación y no puede expresarlo mejor. En la alineación, hay una privación del derecho y la libertad de la persona de sí mismo y de sus relaciones de apoyo.

También se relaciona con alienus propio de otro, extraño a uno y ajeno. Y, es así, en la alienación interviene otra persona, el alienador que consigue ese efecto.

Estar alienado supone perder los propios referentes personales para adoptar los de alguien ajeno, de forma inconsciente, eso sí y, debido a la influencia manipuladora del otro.  Busca la aprobación del alienador y el sentirse parte de su mundo y sus contactos. El alienado se autoengaña, no analiza la información sino que adquiere la narrativa del otro y la fundamenta en las razones que ha asimilado por ósmosis del alienador. En realidad, pierde su capacidad de autogestión, su libre albedrío y sufre un vacío de su propia voluntad que se llena de la voluntad del alienador. Hace lo que el alienador considera que debe hacer. El problema ontológico se manifiesta en que la persona deja de elegir libremente para asumir el paradigma del alienador como “su verdad” aunque se cree, defiende y justifica ese paradigma como el suyo.

Ah!!! Pero no es su paradigma.  Es impostado.

¿Qué implicaciones tiene estar alienado?

Como todo, estar alienado, tiene sus ventajas y sus inconvenientes.

VENTAJAS E INCONVENIENTES PARA EL ALIENADO

VENTAJAS

INCONVENIENTES

  • Se reduce la ansiedad porque adquieres certidumbres que te tranquilizan.
  • Crees que eres ahora aceptado y eso te hace sentir parte de… un grupo, un colectivo, una élite.
  • Sientes que estás en una zona de confort protegida.
  • Das la autoridad al alineador para ser tu guía, lo que te hace fácil entender lo que pasa y, sobre todo, te hace sentir seguro de lo que tienes que hacer.
  • Sientes una especie de liberación de todo y de todos porque ahora SI tienes las respuestas y no les necesitas.
  • La duda, el miedo, la incertidumbre quedan eliminadas o pasan a un segundo plano porque has asumido “la verdad absoluta” del alineador, las cosas son así y no hay que cuestionarlas.
  • El conflicto intrapsíquico producido por la lucha del alienado entre sus certezas y sus dudas sobre quién es, se ven reducidas.
  • La disonancia cognitiva entre quien soy y quien quiero ser, entre lo que está bien y lo que está mal, entre el deber y el querer, entre lo prohibido y lo permitido desaparece al adoptar el paradigma del alienador.
  • Se dispara el sentimiento de euforia al reducir la incertidumbre y creerse en posesión de la verdad sobre la vida.
  • Dejas de ser consciente de ti mismo.
  • Renuncias a tu responsabilidad con tu propia persona.
  • Actúas como otro dictamina que tienes que actuar.
  • La pérdida del sentido del yo es creciente por lo que si se cuestiona el paradigma del alienador o su autoridad puedes quedar expuesto a la incertidumbre.
  • Los efectos metamórficos del cambio cognitivo que se originan afectan a todo el sistema de creencias, valores, prioridades y relaciones.
  • Hay un aislamiento del círculo de apoyo anterior a la aparición del alienador que pudiera contra-restar su efecto.
  • Se rompen los vínculos afectivos anteriores.
  • Hay un bloqueo cognitivo que impide atender a la información de forma objetiva y equilibrada.
  • Cuando se rompa el vínculo con el alienador se produce un vacío existencial grave que requiere mucho apoyo e intervención profesional para superarlo.

 

 

Si no fuera una situación “con beneficios” para el alienado no se mantendría. Los tiene e importantes. La distorsión cognitiva hace que estar alienado puede resultar muy cómodo. El alienado, por fin, se siente seguro porque el paradigma que le “impone” el alienador hace que ya no tenga que pensar, ahora es un seguidor y simplemente tiene que seguir. Desarrolla un bloqueo cognitivo donde ya no entra ninguna información que cuestione el paradigma alienante.

Y, eso, tiene para el alienado un coste de dimensiones existenciales. Cualquier análisis de información, cualquier decisión que tome; el cómo afronta emocionalmente los hechos y el cómo se comporta están ahora al servicio del paradigma del alienador.

Es fácil encontrar que el alienado ha tomado decisiones drásticas que han roto su trayectoria vital o profesional. Como parte del síndrome necesita romper con todo lo que previamente eran sus referentes para no sufrir la disonancia cognitiva  del conflicto con el nuevo paradigma del alienado.

¿Se puede “desprogramar” al alienado?

La alineación está en la mente, en cómo piensa el alienado. No es un objeto inmodificable sino una estrategia de pensamiento dinámica para interpretar la vida, eso sí, llena de la carga destructiva que conlleva en contra de la propia persona.

Consciencia, Responsabilidad y Acción son los fases de trabajo cognitivo para desengancharse del alienador. Y, será complicado que pueda hacerlo sólo. Requerirá de un profesional de la Psicología que le acompañe en el intenso trabajo que necesita hacer y mejor si cuenta con una buena red de apoyo social.

El primer paso es cuestionar el “bloqueo cognitivo” que tiene el alienado para que pueda  “darse cuenta” de dónde está porque esa es la clave, de las ventajas y los inconvenientes y las consecuencias en su vida de vivir alienado tanto para él o ella como para aquellas personas que aún le sean significativas. Pero no es fácil que la persona pueda hacerlo mientras siga mirando la vida con las gafas de su alienador. Que el alienado tenga un insight y se de cuenta por sí mismo del dominio que el alienador tiene sobre él o ella no es fácil salvo que ocurra un incidente dramático que confronte a la persona con dónde está y qué está haciendo o acepte la intervención de un profesional de la Psicología que le facilite conseguir otra perspectiva.  Mientras no se de cuenta de que esa forma de pensar y el alienador le están impidiendo ser él o ella misma, no hay posibilidad de cambio. Es difícil que acepte la perspectiva de otros sobre la situación ya que cree estar en posesión de la verdad absoluta. Como se suele decir “no atiende a razones”.

Hacerse responsable de sí mismo y ser el protagonista de sus pensamientos es el segundo paso, difícil, ya que el cambio sólo es posible cuando alguien quiere cambiar y, en este caso, el alienado se siente más seguro aferrado al paradigma del alienador en el que se enroca obsesivamente.

Pasar del paradigma de verdad única al de verdad relativa, de depender del otro a asumir la responsabilidad de mirarse y ver lo que es de él o ella y lo que no es de él o ella, no es fácil para el alienado porque su estado mental se caracteriza precisamente por una pérdida de la propia identidad, una disminución de la autoconsciencia y las autoreferencias  que ha sustituido por las del alienador.

Cuando se interviene en las primeras etapas de la alienación los resultados son más favorables. Cuanto más tiempo siga el alienado a merced del paradigma del alienador más complicado será retrotraer los efectos destructivos del yo que ha producido. Pero puede ser reversible aunque deje cicatrices. También corresponderá a la responsabilidad consigo mismo de la persona en convertirlo en una experiencia de resiliencia que le permita un mayor desarrollo personal.

Y, por último, la acción diferente. Mientras ésta no se produzca no habrá cambio. Y, por supuesto, implica que la persona hasta ahora alienada tome distancia mental, sentimental y física del alienador, tendrá que eliminarle de su vida. Implica retomar relaciones, reparar, en la medida de lo posible, la confianza rota y mirar la vida desde un nuevo paradigma construido, esta vez, si, por sí misma.

El proceso de desenganche lleva tiempo y, a veces, los daños producidos en la vida del alienado son irreparables: decisiones tomadas de vida y de profesión, rupturas de relaciones y, también, somatización de esas tensiones que terminan siendo enfermedades. Son muchas las personas que narran los cambios drásticos en su vida cuando han conseguido salir de esa trampa: primero el pozo en el que estaban metidas, después el shock que produjo la toma de consciencia y el cambio posterior hacia una mayor responsabilidad consigo mismo.

Dos ideas finales:

  1. El poder de la persona está en su mente tanto para su destrucción como para su construcción.
  2. Siempre estamos construyéndonos y siempre podemos mejorarnos como personas.

Y una pregunta:

¿Cómo sería nuestra vida si nuestros principios fueran la Belleza, la Bondad y el Bienser?

EL SÍNDROME DEL IMPOSTOR 

soy lo que creo¿Qué pasa cuando te ves como un fraude?

¿Cuando te crees que no vales y piensas que lo que consigues es una mentira?

¿Qué es?

Por impostor se entiende alguien que finge lo que no es. El “síndrome del impostor” es una forma de verse a uno mismo ante la vida que produce un conjunto de síntomas cognitivos, afectivos, conductuales y fisiológicos relacionados con el estrés. Se vive con “sufrimiento psicológico” y, con frecuencia, trastornos somáticos.

El término fue acuñado por las psicólogas clínicas Pauline Clance y Suzanne Imes en 1978.

Es un trastorno funcional. Es decir, tiene que ver con cómo piensas y razonas sobre ti mismo, tu capacidad y merecimiento para alcanzar objetivos que lo haces de tal forma que te lleva a sentirte mal. Por lo tanto, no está recogido en ninguna clasificación clínica.

Cuando se está bajo los efectos de este síndrome, las personas sienten que no se merecen lo que han alcanzado y que los demás se van a dar cuenta de su falta de méritos y competencias, de que son un fraude. Piensan que si los demás supieran lo mediocres que son les quitarían las condiciones de que disponen: trabajo, posición, aprobados, reconocimiento, cariño, etc.

¿A quien afecta?

A personas con gran exigencia consigo mismos, perfeccionistas y de gran rendimiento como son los  estudiantes con buenas notas, deportistas, profesionales cuyo ejercicio se vincula con objetivos, a quienes afecta más cuanto más éxito tienen. ¿Quié lo diría? pero el astronauta Neil Armstrong pasó también por este síndrome.

Y, afecta más a las mujeres que a los varones. Es sabido que tras su salida de la Casa Blanca, Michelle Obama confesó que sufría el síndrome del impostor. Jennifer López y Michel Pfeiffer son algunas de las muchas actrices que lo ha hecho público. Las investigaciones confirman la alta frecuencia entre mujeres seguramente vinculada a las creencias culturales sobre la valía de éstas y la disonancia real entre lo que se “supone culturalmente” que una mujer puede hacer y cómo y lo que en realidad hacen.

Es un síndrome que aparece con gran frecuencia en los procesos de psicología coaching ejecutivo.

¿Cuáles son los síntomas?

Los síntomas más notables son los cognitivos que tienen que ver con cómo piensa y se juzga a sí mismo (inteligencia emocional) a los que se asocian síntomas afectivos, conductuales y fisiológicos. Todos ellos fomentan un ciclo tóxico en el que la persona se ve atrapada y que, además, lleva a comportamientos “autodestructivos” como el autosabotaje, la descalificación, la inhibición, etc.

SINTOMAS DEL SÍNDROME DEL IMPOSTOR
Pensamientos

  • Creencias negativas en torno a la propia capacidad, merecimiento y valía.
  • Creencia de que el éxito se debe a razones externas: a suerte, el azar, a la ayuda de otros.
  • Expectativas de fracaso ante situaciones similares a las que previamente han superado con éxito.
  • Desconfianza en las propias competencias que le han permitido conseguir sus resultados.
  • Falta de motivación de logro.
  • Descalificación personal.
  • Pensamientos catastrofistas.

Sentimientos

  • Desánimo, desesperanza, indefensión.
  • Alteraciones del ánimo.
  • Miedo a que los demás descubran su “fraude”.
  • Miedo constante a no estar a la altura.
  • Inseguridad en el ámbito académico, laboral, e incluso en las relaciones sociales.

Conductas

  • Inhibición e incluso parálisis para afrontar nuevos retos.
  • Inhibición en la participación social tanto en las relaciones sociales como en actividades profesionales como la participación en las reuniones profesionales.
  • Hablar negativamente de sí mismo, desvalorizarse, desprestigiarse,  ningunearse.
  • No son capaces de aceptar reconocimiento ni elogios.
  • Evitan las situaciones de exposición y evaluación.
  • No piden ayuda para afrontar los temas en los que están inmersos.

Fisiológicos

  • Alteraciones gastrointestinales, del sueño y otros síntomas propios del estrés.

¿Cuáles son las consecuencias?

El síndrome puede actuar como un potente bloquedor de la persona. Al sentirse un fraude no apuesta por sí mismo, no se da valor y no se hace valer.

En el entorno laboral esto puede tener serias consecuencias, tal y como muestra un estudio realizado en la Universidad de Salzburgo de Austria en 2016 donde se indicaba que, la mayoría de las personas que lo sufrían veían limitada su carrera profesional, tenían sueldos más bajos, menos promociones que sus compañeros con capacidades y experiencia similares y mayor incapacidad para buscar nuevos empleos.

A nivel personal, este tipo de pensamiento conlleva una importante carga de “sufrimiento psicológico” que puede llegar a ser realmente intensa, afectando sus relaciones personales y, lo que es básico, su relación consigo mismo. Es frecuente, que como fruto del diálogo descalificante interno que mantiene no sólo se juzgue de manera limitante sino que llegue a castigarse por el hecho de verse como un fraude con conductas como no darse permiso para disfrutar, recibir elogios, afecto, etc.

¿Por qué ocurre?

Las personas somos seres en construcción permanente, nos vamos haciendo constantemente con nuestras experiencias a través del procesamiento que hacemos de las situaciones.

De una forma muy simple podríamos decir que interpretamos lo que ocurre a través de 4 dimensiones de experimentación vital:

  1. Cognitiva
  2. Afectiva
  3. Conductual
  4. Fisiológica

El Síndrome del impostor afecta intensamente a todas estas dimensiones vitales.

A nivel cognitivo digamos que se produce una atribución externa del locus de control. ¿Qué significa esto? Pues, dicho de forma muy sencilla, que se interpretan los hechos pensando que otros, el azar, la oportunidad son la causa de lo que ocurre y que yo no tengo ningún papel en ello. Y esta es la base del síndrome del fracasado.

Como consecuencia de esta atribución externa:

Se hace un razonamiento ilógico. Las deducciones se basan en premisas sustentadas en una atribución externa  que no se corresponden con los hechos sino con su interpretación de los hechos. Esta atribución externa no permite a la persona reconocer su papel en sus logros a pesar de los datos que avalan sus resultados sino que lo achaca a otros factores externos como la suerte, azar, otros o la ayuda y, por lo tanto, no internaliza el logro como algo personal.

Fruto de su atribución externa no son capaces de reconocer la propia competencia ni considerarnos a nosotros mismos como válidos.

Además, se comparan continuamente con los demás, por su puesto para “perder”, porque interpretan que los demás son más inteligentes, competentes y valiosos. Y, simultáneamente, buscan ser “el mejor de los mejores” como un intento de conseguir valorar para sí mismos.

Vinculado con este tipo de razonamiento y atribución causal externa está el sentido de identidad de la persona. Naturalmente percibe los tres componentes de la identidad: autoconcepto, autoestima y autoimagen de forma distorsionada.

Es territorio de la inteligencia emocional: del cómo te interpretas, relaciona contigo mismo y con los demás. Es lógico pensar que hay un pobre desarrollo de la inteligencia emocional intrapersonal, por supuesto, aunque la inteligencia cognitiva sea muy alta (que con frecuencia lo es). El cómo viviste en la infancia el planteamiento de objetivos, el reconocimiento a tus logros y la valoración de ti como agente del éxito es el punto de partida. Pero, se sigue desarrollando de por vida y, por eso, podemos aprender a modificarlo.

Y hablando de infancia, es ahí donde aprendemos a fundamentar nuestras creencias de merecimiento, capacidad y valía. Pero, activamente podemos aprender siempre a conseguir las creencias que queremos para ser quienes queremos ser.

¿Qué lo empeora?

Por un lado, la presión social y, por otro, las creencias sociales.

La presión social que se manifiesta en la competitividad por conseguir las mejores notas, conseguir los objetivos, tener más likes. En las empresas la presión por conseguir los objetivos, la inmediatez y la exigencia continua empeoran el escenario. Las redes sociales no han hecho más que incrementar las condiciones para que este síndrome aparezca. Incrementan la sensación de fraude al ver en las RRSS que los otros son exitosos (ya que sólo se muestran situaciones de este tipo).

Tampoco ayudan las creencias sociales como la de “vales lo que ganas” que pone el valor de las personas en lo que consiguen y no en lo que son lo que genera una profunda confusión en muchas personas sobre su identidad.

¿Cómo superarlo?

Estamos hablando de un síndrome psicológico de cómo las personas afrontan la vida.

De poco valen las “recetas” facilonas de “haz esto o haz lo otro”. No vale que nadie te diga lo que tienes que hacer porque precisamente has llegado hasta aquí por ello.

La única solución es cambiar tus procesos y paradigmas de pensamiento sobre la vida y eso lo tienes que hacer tú desde ti mismo y con lo que a ti te vale.

Sin embargo, es muy, muy laborioso superarlo por uno mismo.

Este es uno de esos casos en los que el acompañamiento profesional marca la diferencia tanto en tiempo como esfuerzo para conseguir los cambios buscados y alcanzar “resultados extra-ordinarios”. Buscar ayuda para lo que no te funciona es el primer paso para conseguir lo que quieres.

Un psicólogo experto en coaching:

  1. Te lleva a tomar consciencia de cómo piensas, sientes, actúas y somatizas la forma que tienes de enfrentarte a la vida. Cuando el coachee se reconoce en el síndrome del impostor ya se produce un shock que le predispone al cambio. Te impulsa a aceptarte y reconocerte como persona, revisando tus creencias, cómo se han formado, cómo razonas y te sientes con ello.
  2. Te acompaña a que veas cómo modificar tus esquemas de razonamiento basados en la atribución del locus de control externo; desarrolles tu inteligencia emocional intrapersonal; priorices tus objetivos y, muy, muy importante valores lo que hay y no lo que falta (es decir, dejes de pensar en términos negativos o términos absolutos de todo o nada).
  3. Fomenta que revises tus éxitos desde tu nueva óptica de atribución del locus de control interno, “yo lo he conseguido” y desarrolles tu sentido de identidad que ahora es capaz de conseguir sus logros.

¿Por qué seguir sintiéndote fracasado cuando

esto es sólo una forma de interpretar la vida?

La capacidad de cambiar cómo nos sentimos en nuestra vida sólo está en nuestras manos, ¡¡podemos ser muy poderosos!!

 

SOMOS LO QUE CREEMOS

8¿Te has dicho alguna vez “yo soy así?

¿Se lo has oído decir a alguien?

¿Las personas somos cosas hechas?

¿O somos obras? incluso

¿“Obras de arte” en construcción y re-interpretación permanente?

 

Esto último es lo que pensamos los miembros del Grupo de Psicología Coaching del Colegio Oficial de psicólogos de Madrid

Estamos acreditados profesionalmente como psicólogos expertos en coaching, PsEC(r) www.psicologosexpertosencoaching.com  y eso nos lleva a trabajar en el desarrollo de las personas, buscando una evolución constante hacia el bienestar personal.

Utilizamos precisamente la Psicología coaching para:

Abrir la consciencia, cuestionando paradigmas y rompiendo límites.

Y, como muestra, te invitamos a un innovador formato de comunicación consciente, el VIII ciclo de conferencias de Psicología Coaching   que analiza 5 “creencias nucleares sobre uno mismo”, muy habituales e intensamente limitantes, de esas que marcan las directrices de la vida de una persona, su bienestar y su acción. Hablaremos también del cambio vinculado al logro que se produce con la Psicología coaching.

Este ciclo sorprende por su formato innovador y sugerente para trabajar algo tan potente como las creencias que determinan la calidad de nuestra vida.

En torno a la idea de

Soy lo que creo

abriremos un espacio de autodescubrimiento acompañado de una reflexión guiada con preguntas dirigidas al público. Las preguntas nos llevarán a una exploración de nuestras propias miradas sobre nosotros mismos.

Cada conferencia comienza con una dinámica experiencial en torno a una escultura de Zvonimir Kremenić,  especialmente seleccionada para el tema propuesto por su fuerza inspiradora para trabajar el «espacio consciente».

Las esculturas no son un objeto cualquiera. Son obras de arte que reflejan una belleza y estructura  propia.

Las obras de arte son resultado de las vivencias de los autores igual que las personas son el resultado de sus propias vivencias.

¿Tienen una vida propia? La obra no siempre ha sido así. El es escultor construye la obra desde el vacío siguiendo la dinámica con los materiales y lo que ellos han ido pidiendo.

Hemos elegido las esculturas de Zvonimir porque la forma en que define su trabajo es:

“Esculpo la nada rodeándola de materia, muestro la forma del vacío”

Es muy sugerente para contemplar el proceso constructivo de uno mismo en torno a la idea que tenemos de nosotros mismos.

A continuación, le seguirá una ponencia que complementa y enriquece el espacio consciente y ahondará en alguna de las creencias nucleares en torno a nuestra identidad que con más frecuencia se trabajan en Psicología coaching.

Hacemos hincapié en Psicología coaching porque el término coaching se utiliza con numerosas acepciones. Nosotros trabajamos en el nivel más avanzado de aprendizaje personal, en aquel que lleva a evolucionar la identidad haciendo que nuestros logros sean el fruto de quienes somos y no sólo de lo que hacemos.

Lo llevaremos  a cabo dos Psicólogos expertos en coaching, PsEC®, acreditados por el COPM.

arte y ciencia

A partir de estas ideas, el ciclo ofrece un ejemplo del significativo diferencial de los Psicólogos expertos en coaching, PsEC®, cuyo trabajo  utiliza el paradigma humanista, enfoque constructivista,  técnicas cognitivo conductuales, Psicología Positiva, de las Terapias de Tercera y Cuarta Generación, entre otros recursos para facilitar

un mayor bienestar de las personas, un mayor rendimiento  y unos resultados extra-ordinarios ya que lleva a una acción vinculada al logro personal consciente.

El eje de cada conferencia es Lo que creo sobre  mí…

Seguiremos el esquema CRA: consciencia, responsabilidad y acción. Así cada una de ellas nos hará reflexionar sobre una de esas creencias que con gran frecuencia  está frenando la evolución de la persona

El miércoles, 17 de enero hablaremos José Ortiz Gordo y yo misma, Isabel Aranda sobre la creencia de “Yo soy así” y la escultura Vacuus visibilium

Cartel-confe1

En torno a la pregunta de ¿somos responsables de cómo somos?, las ideas de constructivismo personal, la libertad, la autorrealización, la indefensión aprendida y las creencias de desesperanza, y cómo estos conceptos son esenciales en el éxito de los procesos que se realizan con psicología coaching. Esta conferencia nos hará reflexionar sobre nuestra capacidad de retarnos y el alcance de nuestros logros.

Si quieres conocerla no tienes más que venir.

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