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La humanización de la gestión de personas

Los indicadores de tendencias empresariales hablan de dos ejes que van a vertebrar el desarrollo de las empresas de forma inmediata. Uno el incremento de uso de la tecnología y el fuerte impacto de las inteligencias artificiales y la robótica y otro la humanización de las organizaciones.

Es en este eje donde el desarrollo de personas viene adquiriendo una importancia sustancial.

Toda mi vida laboral la he dedicado al desarrollo de personas, equipos y organizaciones, pero nunca como ahora he constatado una sensibilidad e interés por cuidar tan cuidadosamente a las personas en las empresas.

La humanización de la gestión de personas en las organizaciones se refiere a la aplicación de enfoques y prácticas que cuidan, reconocen y valoran la singularidad, el bienestar y el desarrollo de los empleados como elementos fundamentales para el éxito organizacional.

Este enfoque busca crear entornos laborales más saludables, flexibles, inclusivos, colaborativos y orientados al crecimiento personal y profesional de los individuos.

Algunos de los aspectos clave de esta humanización son:

  1. La atención a la salud mental de los trabajadores

A raíz del COVID se constató la necesidad de cuidar la salud mental de los trabajadores y de dotarles de atención psicológica para que pudieran hacer frente a una nueva realidad donde la incertidumbre y la inseguridad están plenamente presentes. Las bajas laborales por salud mental son la segunda causa actualmente y según un informe de UGT, hasta 1 de octubre de 2023, se registraron 451.646 bajas laborales por salud mental; el mes de mayo del 2023 fue el mes récord en la historia con 56.600 incapacidades laborales temporales por salud mental (superando los meses de confinamiento del 2020 que eran 51.000 bajas); los días de baja por trastornos mentales son ya el 15% del total (17% en las mujeres, 12,4% en los hombres). Estas bajas tienen una larga duración media de 108 días, solo superado por los tumores y los problemas circulatorios.

No es, por tanto, de extrañar que las empresas hayan puesto el foco en la salud mental, tanto por la pérdida de productividad como por las obligaciones legales del tratamiento de prevención de riesgos laborales y vigilancia de la salud laboral.

Los planes de salud mental se centran en prevenir e intervenir ante los riesgos psicosociales como son el estrés laboral, el burnout, el boring, el acoso laboral y las bajas por salud mental debida tanto a estos riesgos como a depresión, ansiedad y enfermedades mentales. Esto implica ofrecer acciones de prevención, sensibilización ante la salud mental, formación específica para el manejo de estas situaciones y programas de reingreso al puesto de trabajo tras una baja.

Webinar recomendada: CÓMO AFECTA EL TRABAJO EN LA SALUD MENTAL»

Webinar recomendada: «LA REINCORPORACIÓN TRAS UNA BAJA DE SALUD MENTAL»

Las organizaciones están reconociendo cada vez más la importancia de cuidar la salud mental de sus empleados. Esto no solo se considera como una responsabilidad social, sino también como una estrategia clave para mejorar el rendimiento laboral y la retención de talento.

Artículo recomendado publicado en Capital Humano

La salud mental ya es fundamental en la estrategia de las empresas

  • Desarrollo personal y profesional

La humanización implica reconocer las necesidades individuales de los empleados y proporcionar oportunidades para su desarrollo tanto personal como profesional. Esto puede incluir programas de capacitación, mentoría, coaching y planes de carrera personalizados.

El acrónimo BANI (Brittle, Anxious, Nonlinear e Incomprehensible), para definir el escenario actual, se queda pequeño ante las constantes noticias geopolíticas y sociales que impactan directamente en el devenir de las empresas y el estado de ánimo de las personas, haciendo, cada vez más difícil, el día a día de los trabajadores.

No es de extrañar, por tanto, que haya una demanda creciente de las organizaciones de una formación en recursos psicológicos. Ya no se trata de desarrollar sólo las competencias de la inteligencia emocional para relacionarse y trabajar, sino que se trata de reparar, en muchos casos, procesos de duelo laboral, relaciones tóxicas o liderazgos inapropiados. También, y con una gran demanda de aprender a movernos en este entorno BANI, aprender cómo actuar, por ejemplo: aprender a ser resilientes, aprender a gestionarse en la incertidumbre y en la inseguridad, aprender a desconectar, aprender a pensar positivamente, dar sentido trascendente al trabajo, dotar de valor al legado que dejas en tu organización, manejarte en remoto lejos de tu equipo.

“La persona en el centro” puede que sea una mera frase para muchos, pero se aprecia en el sector de la gestión de personas una fuerte tendencia a considerar que, si sus trabajadores están bien, trabajarán bien.

Esto pasa, además de las formaciones tradicionales en inteligencia emocional que siguen siendo muy necesarias, por adquirir recursos específicos para hacer frente a este nuevo escenario. Necesitamos aprender a manejarnos en este entorno BANI y esto supone adquirir nuevas competencias de carácter psicológico.

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La importancia de la recuperación emocional en el trabajo

  • Programas de bienestar

Muchas empresas están implementando programas de bienestar que atienden las necesidades globales de la persona trabajadora.

Según «Sharecare community», el bienestar laboral podría abordar 5 dimensiones: bienestar de carrera, bienestar emocional, bienestar financiero, bienestar físico y bienestar comunitario.

Los planes de bienestar tratan de dar respuesta a las necesidades de los trabajadores, atendiendo su momento vital, intereses y prioridades, e incluyen desde seguros de salud, de vida, guardería, tickets restaurante, gimnasio, compensación a medida, talleres de mindfulness o yoga, educación financiera, asesoramiento fiscal, programas de desarrollo personal, etc. Combinan aspectos de carrera, financieros, de salud física y mental y, a veces, social. Están ligados a los planes de compensación total donde la retribución flexible y los beneficios se han convertido en un poderoso estímulo para mejorar el employer branding de las organizaciones y aumentar la satisfacción de sus equipos.

Con estos planes, las organizaciones tratan de mejorar la “Experiencia empleado” como estrategia de optimización del engagement con la empresa y están adoptando un enfoque más holístico hacia el bienestar laboral y la salud mental, reconociendo que estos aspectos no solo afectan la vida personal de los empleados, sino que también tienen un impacto directo en el rendimiento y la eficacia organizativa.

Artículo publicado en Capital Humano:

El bienestar psicológico de las plantillas un asunto estratégico, no un parche.

  • Organizaciones más agiles

No sólo la carga tiene que estar en el desarrollo de las personas, en paralelo, es imprescindible cambios en las estructuras y funcionamiento de las organizaciones. Sin duda tienen que avanzar para ser más horizontales, más trasparentes, más participativas.

El término “agilidad” ha aparecido con mucha fuerza en este contexto. Se necesitan equipos que funcionen con mucha más flexibilidad y capacidad de adaptación inmediata a las necesidades de la actividad empresarial y esto supone cambios estructurales y funcionales que impliquen a los propios trabajadores en su diseño.

Innovación y adaptabilidad tienen que ser dos ejes de desarrollo de la actividad empresarial, pero no sólo orientados a la tarea sino a la humanización. Esto implica permitir la expresión de ideas, el aprendizaje continuo y la disposición para ajustar las prácticas y políticas en respuesta a las necesidades cambiantes de los empleados y del entorno empresarial.

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Construcción de equipos de alto rendimiento

  • Liderazgo

Y, no podía faltar el desarrollo de un liderazgo actual, no se puede dirigir igual que antes. Las teorías y modelos sobre liderazgo no ofrecen respuesta a las nuevas necesidades que plantean los trabajadores. El concepto de autoridad se percibe de forma diferente y los trabajadores buscan otro tipo de relación más igualitaria y directa. Es habitual oír en los procesos de selección “busco un proyecto” cuando antes se buscaba un puesto de trabajo. Esto marca significativamente la diferencia en la relación que los trabajadores buscan actualmente con su empresa.

Un aspecto fundamental de estos líderes va a ser sus competencias comunicativas. Los líderes actuales no sólo necesitan mostrar empatía, tienen que aprender un rol más abierto a escuchar las necesidades, ideas, estados de ánimo, prioridades, diversidad de sus equipos y a dar cabida a todos estos en el día a día.

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Estados emocionales de los equipos

Hemos citado empatía y escucha, pero, también y muy importante, cómo dan la retroinformación. Necesitan aprender un rol más de líder-coach fomentando la mejora y aprendizaje continuo utilizando el feedforward en vez del feedback y ofreciendo climas de seguridad psicológica en los que los equipos puedan ofrecer libremente ideas, aprender de los fallos e innovar en las soluciones que creen.

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Cómo desarrollar la seguridad psicológica en los equipos

En definitiva, los líderes tienen un papel esencial en la relación humana de las empresas. Tienen que fomentar una comunicación abierta y honesta, escuchar y responder a las inquietudes de los trabajadores y compartir información relevante sobre la organización y su aportación con su desempeño al proyecto común.

  • Multigeneraciones

Las diferencias generacionales son especialmente marcadas ahora y, aunque toda generalización lleva inexactitudes, lo que se constata en las empresas es que las generaciones mayores afrontaban el trabajo como forma de vida, mientras que las más jóvenes afrontan el trabajo sólo como un medio para vivir. Su engagement con la empresa va a depender de varios factores, entre ellos, precisamente la humanización que ésta haga de su relación interpersonal laboral.

Asumiendo el sesgo de error que supone generalizar, podríamos decir que las diferentes generaciones interpretan el bienestar de formas diferentes, así:

  • Baby boomer: asocian el bienestar a estabilidad, seguridad económica, tener una carrera exitosa, un hogar propio.
  • Generación X: asocian el bienestar a equilibrio entre trabajo y vida personal, control sobre su tiempo, conciliación, estabilidad y seguridad financiera. Buscan experiencias más gratificantes.
  • Milennials: asocian el bienestar a una combinación y equilibrio entre el trabajo y su vida personal, una conexión social y un propósito en todo lo que hacen.
  • Zentennials: asocian el bienestar a mental y valoran la diversidad, inclusión, libertad para expresarse y contribuir a causas que importan.

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El fenómeno intergeneracional en Capital Humano

  • Cultura inclusiva

La humanización necesita crear una cultura que celebre la diversidad y fomente un sentido de pertenencia. Esto implica la promoción de prácticas inclusivas, la igualdad de oportunidades y la creación de un entorno donde cada empleado se sienta valorado.

Webinar recomendado.

El impacto de la desigualdad laboral en las empresas

  • Flexibilidad laboral

El término que más se está repitiendo actualmente en los foros de gestión de personas es flexibilidad. Si estamos hablando de dar respuestas personalizadas, no valen las medidas genéricas y las normas únicas. Impulsado por la demanda de los trabajadores de un mejor equilibrio entre trabajo y vida personal, unas generaciones por sus necesidades personales, otras por sus necesidades familiares, en definitiva, todas reclaman políticas horarias flexibles y opciones de trabajo remoto. Reconocer la importancia en el bienestar de los trabajadores de un equilibrio sano entre el trabajo y la vida personal e incorporar medidas que lo faciliten es crucial para la humanización de la gestión de personas.

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Los jóvenes prefieren tiempo libre antes que mayor sueldo

Si en algo parece que hay consenso en los foros de RRHH es que la humanización de la gestión de personas no sólo beneficia a los empleados, mejorando el clima, el engagement, la fidelización del talento, sino que también contribuye al rendimiento, la marca de empresa y su percepción en el mercado y en la sociedad y favorece la sostenibilidad a largo plazo de la organización.

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Organizaciones emocionalmente responsables

En definitiva, la humanización es el eje de desarrollo que actualmente necesitan las organizaciones para hacer frente a estos entornos tan desafiantes y que está demostrando ser la vía de diferenciación de las organizaciones más exitosas y sostenibles socialmente.

LOS DESEOS PARA EL NUEVO AÑO

Muchas veces nuestros clientes de Psicología Coaching vienen quejándose de los otros, que si el jefe, que si sus compañeros, que si su pareja, que si sus hijos y, muchas veces vienen quejándose de las circunstancias, de la vida, de lo que ocurre. Quieren que cambie lo de fuera que les molesta y que incluso no aguantan. Cuando llega un nuevo año, naturalmente, le piden al año sus deseos de que les traiga los cambios que quieren en su vida.

La queja está instaurada en nuestra sociedad como una forma correcta, incluso simpática de relacionarnos y de vivir. Ha

blar mal del otro, criticarle, juzgarle, incluso desear que no exista es parte del espectáculo mediático que nos ofrecen las cadenas televisivas. Hablar de lo mal que estoy, de lo mal que me va está de moda. El victimismo se ha instaurado como una forma de vida, soy un pobrecito, tengo mala suerte, las circunstancias, la vida, …

Poco favor nos hace esto a nuestro bienestar psicológico. Pensar en lo que falta, en los problemas, en el odio, mantenerse en el resentimiento y en una emocionalidad negativa entre la ira y el asco no nos ayuda nada a estar bien, al bienestar.

EMPECEMOS EL AÑO CON RESPONSABILIDAD

Siempre empezamos el año pidiéndole que se cumplan nuestros deseos y deseando a los demás todo lo mejor. Pero en este post no vamos a pedirle nada al nuevo año sino a pedírnoslo a nosotros mismos. Mis deseos de nuevo año son para que sea más consciente, más responsable y mantenga una conducta impecable con todo lo que me puede aportar buen trato y bienestar.

Empezamos el año nuevo y mi propuesta es precisamente pedirnos a nosotros mismos los deseos que lleven a cambios.

Se basa en la consciencia, en la responsabilidad y en la conducta elegida y no actuar en el piloto automático de una emocionalidad inconsciente y negativa.

Así que sí, mis deseos son conmigo misma.

No hay nada que desee para mí que no desee para todos, especialmente para todos aquellos clientes de Psicología Coaching que tratan de resolver su inquietud fuera de sí mismos. Seamos responsables con nosotros mismos y cuidémonos.

10 claves para que el trabajo no te agote psicológicamente

Teletrabajar no es conectarse al ordenador desde casa. Es otra forma de interpretar el trabajo que no es nueva, en algunas profesiones que ya hacen parte de su trabajo en casa, por ejemplo, periodistas o profesores o personas que elaboran algún tipo de producto en casa.

Tampoco es smart-working que significa trabajar desde dónde sea y cuando el trabajador quiera. Algo que realmente sólo algunos profesionales pueden poner en práctica.

El teletrabajo requiere una madurez de las organizaciones, de sus líderes y de los colaboradores que conlleva un cambio de paradigma de las creencias en torno al presentismo, al puesto de trabajo, el rendimiento, la autonomía, la responsabilidad, el mérito y la dirección de personas.

Supone rediseñar procesos de trabajo, establecer métricas basadas en el rendimiento y no en el presentismo y ahora en el onlineismo y desarrollar protocolos adaptados a las necesidades tanto tecnológicas como de liderazgo que requiere la coordinación de equipos en remoto.

Para el colaborador implica, además, establecer pautas de organización y auto-cuidado concretos ya que el aislamiento y la pérdida de referentes espaciales, temporales y relacionales provoca una serie de efectos vinculados con el agotamiento, la apatía, la desorientación y la desconexión de la organización, que pueden redundar en un stress por teletrabajo.

Estas son 10 recomendaciones a tener en cuenta a la hora de organizar el teletrabajo para evitar esos efectos psicológicos negativos y cuidar tu salud psicológica.

1. Prepárate en “modo trabajo”

Lo habitual es tener asociado trabajar con ejercer un rol determinado en unas condiciones específicas. Para ir a trabajar hemos adoptado unas rutinas diarias y semanales tanto de aseo, ropa que utilizamos y disposición actitudinal que adoptamos. Al trabajar solos en casa podemos entrar en una rutina de descuido de nuestros rituales de autocuidado, de aspecto y vestuario que no nos ayuda a entrar en programarnos para trabajar. Necesitamos establecer hábitos de cuidado personal y adoptar un aspecto profesional ante el ordenador que nos permita estar en “modo trabajo”, atentos y concentrados. Además, puede que nos conectemos en remoto y la pantalla ponga en evidencia nuestro descuido. Hay que establecer rutinas diarias y semanales, estableciendo diferencia entre los días de trabajo y los días de descanso si no vivimos el tiempo en plano, sin diferencia, ni cualidad y llegaremos a sentirnos desorientados temporalmente lo que además fomentará el que nos sintamos desanimados.

2. Créate tu espacio de trabajo

No tienes asociada tu casa a trabajar sino al descanso y la vida familiar. No tienes referentes espaciales, ni temporales ni de relación y los necesitas para que tu mente esté tranquila y asocie el sitio a trabajar, te falta la máquina del café o los encuentros en el ascensor o una mesa concreta para trabajar. Para que tu mente se sitúe con facilidad ante el trabajo tienes que rodearte de estímulos concretos que asocies con trabajar. Para ello prepara un espacio específico para ello, una mesa, una habitación, un rincón. Cuidando la ergonomía de la silla, la altura de la mesa, la luz, el reposapiés y, también, las normas de prevención de riesgos laborales en el hogar, especialmente, atendiendo a los cables de la luz y los objetos móviles. Para ambientar, puedes añadir objetos simbólicos que te ayuden a sentirte en positivo y relajar la mente, imágenes con perspectiva que produzcan sensación de lejanía para descansar la vista y ampliar el foco; elementos con colores estimulantes y formas geométricas que te permitan al mirarlos recuperar la atención; música que te ayude a la concentración. Este entorno concreto pronto se convertirá en el espacio asociado a la concentración y te programarás inconscientemente para trabajar.

3. Organiza tus áreas de vida

Teletrabajar no consiste en sentarse durante horas delante del ordenador o la máquina con la que produzcas desde casa. El teletrabajo gira en torno al rendimiento no al tiempo dedicado. El criterio tradicional está basado en indicadores temporales y procede del siglo XVI cuando Felipe II estableció con un Edicto Real la distribución del tiempo en 8×3 horas: 8 horas de trabajo, 8 horas de descanso y 8 para temas personales. Es una organización adecuada para el trabajo manual que tal vez no sea el más adecuado para el trabajo de servicios basados en trabajo cognitivo. Hoy en día las personas valoramos mucho el equilibrio entre nuestra áreas vitales como fuente de salud y ello implica asumir roles, prioridades y circunstancias personales y familiares que hay que integrar en nuestra jornada tal vez en otras proporciones.

Un criterio diferente, acorde con la filosofía del teletrabajo y más sostenible es el criterio de actividad de las “4D” propuesto por José Luis Casero, presidente de AROHE, organización para la racionalización de horarios. Así, tomaríamos decisiones sobre cómo  distribuir nuestra actividad entre: Descanso: específicamente el sueño; Dedicación: realizando actividades concretas de trabajo; Disponibilidad: posibilidad de contactar, por ejemplo, para reuniones y Desenganche: totalmente desconectado del trabajo.  Esta distribución permitiría adaptar con más ajuste los porcentajes a las necesidades del trabajo y de la vida personal.

Este tipo de distribución también puede dar lugar a un 6×4 a la hora de repartir el tiempo.

Sea cual sea el modelo que adoptes, que se integre lo mejor posible en tus circunstancias vitales, si hay un equilibrio es más probable mantenerlo y generará un sentido de congruencia personal y más satisfacción.

4. Establece tus prioridades para el día

En el teletrabajo la organización de las tareas es uno de los pilares fundamentales. Al cambiar el criterio de decisión de tiempo a resultado, es necesario discriminar qué actividades son las que hay que hacer para conseguir esos resultados y cuáles se pueden quedar sin hacer.

Cada día anota la lista de cosas que sí o sí tienes que hacer, que no se pueden quedar sin hacer ese día para conseguir los objetivos, esas son las prioridades. A ellas tienes que dedicar tu energía en primer lugar y, después, irás haciendo las tareas secundarias e incluso terciarias. Siempre habrá tareas que no se podrán hacer y que incluso perderán su sentido por lo que ya no habrá que hacerlas.

Para establecer esas prioridades, hay que secuenciar las actividades, lo primero es fijar metas a largo plazo, éstas las establece la empresa o tú si eres y objetivos semanales, éstos son los que hay que consensuar en equipo. Después analiza lo que es urgente e importante para conseguir esos objetivos semanales y decide cuáles son las prioridades de cada día alineadas con el equipo. Con ello tienes claro una hoja de ruta y un sentido de para qué haces lo que haces lo cual es en sí mismo una fuente de auto-motivación muy necesaria cuando estás sólo.

Esta forma de organizar la actividad tiene múltiples ventajas: evitas la improvisación, te ayuda a vencer la indecisión, tomas decisiones eficientes y eliminas la procastinación debida al perfeccionismo (dejas de hacer las cosas o te dedicas a ellas en exceso por miedo a cometer errores), la indecisión (fruto de confundir las tareas prioritarias con las secundarias) y las excusas (esperando que otro resuelva o esperando que te llegue la información, culpando a otros de lo que no haces).

5. Cierra tiempos

Las personas no rendimos de forma uniforme durante todo el tiempo. Nuestra atención, concentración y ejecución varían a modo de ráfagas, según nuestros biorritmos diarios y semanales. Una razón más para organizarnos por la cualidad de nuestra actividad y no por el tiempo dedicado.

Dependemos de un conjunto de ritmos cíclicos que explican nuestra diferencia de rendimiento según la hora del día y el día de la semana. Tienen que ver con nuestra biología, por ejemplo, el ritmo metabólico, la glucosa en sangre y nuestra interacción con el entorno, por ejemplo, la luz, la temperatura, las estaciones. Algunas personas se concentran con facilidad a primera hora de la mañana y otras lo hacen según va avanzando el día. La clave es la auto-observación y darnos cuenta de en qué horas nos es más fácil entender la información y tomar decisiones. Un análisis personal nos va a indicar en qué horas somos más eficientes, nos concentramos mejor y eso nos va a permitir tomar decisiones de cuándo hacer las tareas de alta concentración y cuando es más rentable realizar actividades de menor concentración.

No por estar más tiempo rendimos más. La ley de Yerkes-Dodson, descrita en 1908, muestra la relación entre nivel de activación y rendimiento en forma de U invertida. Pasado un determinado momento la concentración decae y dejamos de ser eficientes. Un argumento más en contra de la prolongación de las jornadas de trabajo. 

Nuestra percepción del tiempo es subjetiva, equívoca y difusa, de ahí que necesitemos regularlo externamente para tener la sensación de avance. No tenemos un órgano como la vista o el oído que nos indique el paso del tiempo. Nuestro cerebro lo percibe como imágenes aisladas según la valencia que le damos. Pasa deprisa en situaciones positivas y despacio en situaciones negativas. Este sentido del tiempo, nuestro” reloj interno” se modifica según nuestro estado interno. Por ejemplo, cuando tenemos fiebre corre el tiempo más rápido. Se regula en las mismas estructuras cerebrales; hipotálamo y glándula pineal que controlan el ciclo de sueño-vigilia.

La vivencia del tiempo es un fenómeno subjetivo y el ritmo es personal. Experimentamos los tiempos cortos mientras que inferimos los tiempos largos. Esta es la razón por la que se nos pueden hacer eternas las semanas o por el contrario no darnos cuenta de que ya han pasado semanas. Gestionar el tiempo interior es necesario para sentirnos bien por lo que tenemos que establecer marcadores externos que nos ayuden a regular nuestra percepción del tiempo porque si no caemos en una sensación de pérdida de anclajes temporales que puede llegar a asociarse con síntomas depresivos. Cuando el tiempo interno es muy diferente del externo se incrementa el estrés y las reacciones emocionales.

Por todo ello hay que establecer rutinas semanales y diarias para darnos referentes temporales externos que nos permitan ubicarnos con cierta objetividad en el tiempo. Además, cada día hay que fijar un tiempo concreto a nuestras actividades prioritarias y secundarias con el modelo que elijamos 4D u 8×3.

Por último, marcarnos límites temporales que nos estimulen para concentrarnos y actuar.  Mejor decirnos “antes de las dos termino esta tarea” y atenernos lo máximo a esa hora que “a lo largo de la mañana acabo esta tarea”. La primera forma de darnos auto-instrucciones facilita que nos programemos para ser más eficientes y nos genera la  sensación de controlar el tiempo, algo muy necesario para nuestra satisfacción con el trabajo.

6. Negocia con los tuyos

No trates de imponer o informar de lo tuyo como la prioridad a la familia sino que negocia con ellos los tiempos y el silencio en los que necesitas que se respete tu concentración. A cambio ofrece claramente tiempos en los que estarás disponible para ellos. Las soluciones que funcionan tienen que ser válidas para el sistema familiar. Sólo los acuerdos satisfactorios para todos se pueden mantener. Esta es una buena oportunidad para poner en práctica las conductas de pedir y dar que son básicas en las relaciones humanas. Además de los resultados deseados, la negociación nos ayuda a establecer lazos de intercambio saludables con los nuestros que nos reforzarán el sentido de pertenencia grupal, algo que necesitamos y que puede verse disminuido con el teletrabajo.

7. Gestiona tu autoexigencia

Una de las barreras personales más fuertes para un teletrabajo eficiente es lo que los psicólogos denominamos “el crítico interno”. Ese crítico no es más que el discurso que mantienes contigo mismo que cuando es crítico, te habla desde la exigencia: “deberías”, “tienes que” y te lleva al perfeccionismo exagerado y la necesidad de control. Escuchando al crítico interno descalificarte porque “tardas demasiado”, “no llegas”, “no tengo tiempo”, “no me da la vida”, “es que…”, “es que…”, adoptas una posición de victimismo que no te permite afrontar con eficiencia tu actividad.

Puede que tengas que hacer una revisión de tus creencias sobre ti mismo, de tu forma de hablarte y tratarte y ver si lo haces en positivo o en negativo y, además, adquirir las pautas anteriores que te van a permitir establecer límites y gestionarte eficientemente, flexibilizando tu mente y tu conducta porque ya no te dices: “tienes que”, sino” lo que toca ahora es esto”. De esta forma pasas el foco de ti y tu capacidad a tu actividad, lo que redunda de nuevo en el rendimiento eficiente.

8. Auto-cuidado psicológico

Ya hemos visto la necesidad de establecer ritmos, tramos horarios y diferenciar lo que hacemos por su valor en nuestros objetivos, esto está bien, son rutinas externas. Si hemos establecido esas pautas llegamos aquí en un escenario que ya previene y elimina muchos de los inconvenientes del teletrabajo.

Ahora es el momento de establecer rutinas de auto-cuidado físico y psicológico que cuiden  la “maquinaria” con la que trabajamos.

Conviene establecer momentos para descansar la vista, para estimular la atención y focalizar la concentración. La atención de nuestro cerebro decae en torno a los veinte minutos de concentración en una tarea y se desconecta unos segundos en torno a los 55-60 minutos. Esto nos hace ver la necesidad de aprovechar nuestra propia tendencia a la desconexión para relajar la vista mirando una imagen, a ser posible con perspectiva, una ventana, o incluso un objeto hermoso. Reactivar nuestra concentración es más fácil con música adecuada para ello o repasando el contorno y los detalles de algún objeto. Ejercicios de relajación, de respiración consciente, estiramientos son todos apropiados para renovar la energía y mejorar nuestro rendimiento cada hora.

Tenemos que revisar ahora nuestro discurso interno ¿Cómo nos hablamos? ¡Qué pesadez!, ¡Esto no termina nunca! No se rinde igual cuando el estado anímico es de apatía, desmotivación, impotencia, sensaciones de falta de control y cuando convives con emociones negativas y sentimientos de incertidumbre e indefensión. Además, con el teletrabajo es más fácil que surja el aburrimiento por falta de estimulación variada, tensión acumulada, pensamientos y sentimientos negativos.

Por el contrario, expresiones de ánimo como: ¡vamos! ¡ya queda poco! ¡venga! son auto-instrucciones totalmente diferentes que suscitan un estado positivo que es precisamente lo que necesitamos para afrontar con tranquilidad el trabajo.

Además, es necesario que diariamente nos revisemos cómo hemos estado ante el trabajo. La autoconsciencia y el poner un nombre a como nos sentimos se han revelado como prácticas de gran ayuda para la regulación emocional. Un excelente ejercicio para fomentar positividad es anotar cada día 3 cosas positivas o 3 logros de esa jornada. Es un ejercicio de Psicología Positiva que nos hace tomar consciencia del avance de nuestro trabajo y relativizar los inconvenientes ya que si no corremos el riesgo de polarizarnos en la negatividad pensando que no salen las cosas, que todo va mal o que es imposible terminar el trabajo.

Establecer descansos, cuidar nuestros pensamientos, relativizar, dar diferente valor a lo que hacemos y flexibilizar nuestra exigencia nos va a ayudar a afrontar con más seguridad el teletrabajo.

9. Mantente comunicado

Uno de los riesgos psicológicos del teletrabajo es la pérdida de referentes relacionales, sentimos que nos falta algo esencial, el contacto con otras personas.

Teletrabajar no significa estar aislado, requiere precisamente una mayor coordinación para que las aportaciones individuales se alineen con los resultados perseguidos. Esto supone mantener conversaciones periódicas que garanticen la aportación de valor del teletrabajador a los procesos que la organización requiere.

Por ello, es necesario tener claro que los tiempos de comunicación con supervisores y equipo son parte de la propia gestión del trabajo. La falta de comunicación directa hace que nos desconectemos del equipo y que perdamos los referentes grupales que nos cohesionan y producen sinergia.

Conviene mantener tiempos para hablar de las tareas, tiempos para hablar de las relaciones y tiempos para hablar de cómo estamos afrontando el trabajo, de cómo nos sentimos y pensamos, no para desahogarnos sino para aprender de los compañeros estrategias que les funcionan y sentirnos parte de una comunidad. Un líder de equipo en remoto tiene que facilitar estos espacios pero también es cosa del teletrabajador solicitarlos y aprovecharlos.

Necesitamos mantenernos comunicados con el equipo y la organización para sentir que formamos parte del proyecto. El contacto diario es necesario. Actualmente las videoconferencias se han convertido en el vehículo perfecto para lograrlo, conexiones breves, focalizadas en un tema, con objetivos y agenda concretas y seguimiento de las acciones decididas. Idealmente una reunión de coordinación al día sería perfecta para sentirnos vinculados. Además, una reunión presencial cada cierto tiempo compensaría la falta de contacto personal.

10. Consigue retroinformación de tu actividad

Uno de los riesgos del teletrabajo es perder la perspectiva y no darnos cuenta del trabajo realizado, del avance hacia los objetivos. Necesitamos dotarnos de referentes que nos ayuden a programarnos para la eficiencia y los indicadores de avance son excelentes para ello.

Indicadores como el ok a la lista de actividades realizadas, simplemente dando el ok a nuestra lista de actividad diaria. Cualquier indicador de actividad: ratios, promedios, resultados, que nos aporte perspectiva sobre el avance en nuestro trabajo y que nos permita valorar lo que hacemos será un elemento de refuerzo de nuestra motivación.

Teletrabajar requiere hábitos concretos, algunos de ellos ya habituales en el trabajo presencial, lo que cambia es la orientación a resultados. Muchas son sus ventajas pero también son muchos los riesgos que hay que minimizar o eliminar para conseguir la eficiencia y la satisfacción del teletrabajador.

Isabel Aranda, Doctora en Psicología

Artículo publicado en ABC el 25/04/2020, en colaboración con AROHE

AGOTAMIENTO EMOCIONAL

A tiempo aún de apuntarte a un interesante debate sobre uno de los tópicos más actuales #fatigapandemica #bienestarpsicológico
https://lnkd.in/daxaawA con grandes ponentes Francisco Javier Cantera Herrero Macarena Gálvez Herrer Guillermo Tena Rogelio Iglesias Rodríguez Isabel Aranda, PhD

Estados emocionales de los equipos

estados emocionales CHLos equipos también tienen emociones y también se quedan anclados en estados emocionales y ésto marca lo que son capaces de hacer y con qué clima.

En el entorno laboral, cada vez, somos más conscientes de que las emociones y los estados emocionales tienen un impacto significativo en el bienestar de los trabajadores y en los resultados de negocio.

Trabajo y emociones se vinculan actualmente con la salud psicológica de los trabajadores porque no se consigue el mismo rendimiento cuando la emocionalidad es positiva que cuando es negativa y no, no se consigue la misma eficiencia cuando la emoción no es congruente con la situación. Estar hablando de estar felices y positivos no sería congruente con la tensión emocional a la que están sometidos los trabajadores actualmente.

La crisis sanitaria y el confinamiento han incrementado la visibilidad e importancia que nuestras emociones y salud psicológica tienen en relación a la actividad laboral. Como resultado, son numerosas las empresas que ya están atendiendo las  dificultades provocadas en los trabajadores en activo por el miedo al contagio, el stress de las medidas preventivas y la preocupación por la incertidumbre. Y serán muchas las que tengan que buscar respuestas a los retos de la reincorporación progresiva que traerán asociados las emociones predominantes de miedo, tristeza y rabia, por tantos meses ya mantenidas. La necesidad de atender la prevención de los riesgos psicosociales que el virus del COVID19 ha traído hace más necesario tener claro qué son las emociones y qué son los estados emocionales porque ambos van a tener un claro protagonismo en cómo los trabajadores volverán al trabajo.

El artículo ha sido publicado en Capital Humano y puedes leerlo en: https://bit.ly/3eujU0G #emocion #eevolucionemocional

Ya no seremos los mismos

espiralesNo habrá vuelta a la normalidad por mucho que nos empeñemos en querer volver a lo de antes, a nuestra vida que tanto echamos de menos. Se han producido unas rupturas sociales de tal calibre que el escenario ha cambiado.

 

Es más, no habrá una normalidad a la que volver.

Para aquellos que su vida no se haya visto afectada sustancialmente aún podrían hacerse a la idea de normalidad. Mantienen su trabajo como siempre, sus recursos no se han visto reducidos, su entorno familiar no ha sufrido pérdidas. Se han visto afectados, sí, pero sin que eso implique unas consecuencias de antes y después en sus vidas. Por el contrario, para aquellos que han perdido su trabajo, sus recursos como pequeña empresa o autónomos, o han perdido a sus familiares, ¿cuál va a ser la normalidad a la que volver?

La Pirámide de Necesidades de Maslow vuelve a tener un especial sentido en estos momentos. Para aquellos que de golpe han visto que su vida retrocedía al nivel básico de supervivencia, los problemas y temores son otros de los que tengan aquellos para los que no han cambiado sus recursos y su seguridad laboral.

La fractura entre aquellos que de repente se han visto arrojados a un nivel de supervivencia y los que se mantienen en su nivel de seguridad es y será más grande que nunca en la historia.

¿Podemos esperar que las reacciones sean las mismas?

Aún en el supuesto de que existiera esa normalidad a la que volver, los cambios de comportamientos que parecen inevitables van a construir espacios sociales muy diferentes.

El dramatismo de lo que estamos viviendo está produciendo profundos cambios en las dimensiones esenciales de las personas.

A nivel cognitivo, están cambiando algunas creencias sobre la vida, el mundo y nosotros mismos, nuestro sesgo de invulnerabilidad se ha visto conmocionado. Nos hemos dado cuenta de que cualquiera, de que cada uno, puede ver su vida cortada con una rapidez inusitada, algo que en la sociedad actual nos parece casi improbable y hablamos siempre de la alta esperanza de vida con la que contamos obviando la fragilidad de la vida hasta que esta situación nos ha confrontado con ella.

A nivel conductual, el forzado cambio de comportamientos ha roto nuestros hábitos fáciles y cómodos, forzando nuevas conductas que ahora requieren más consciencia, voluntad y energía. Esto nos ha confrontado con la necesidad de reevaluar las cosas que antes hacíamos y que nos parecían imprescindibles en nuestro día a día. Lo que antes parecía prioritario ahora puede que no se interprete así. Todas nuestras rutinas de casa se han podido ver cuestionadas, ¿para qué? ¿por qué? ¿de verdad es necesario? ¿por qué no? ¿cuándo?. Y, ya no digamos si incluimos el trabajar en casa. Espacio, tiempos, reuniones, llamadas, todo ahora se ha visto reformulado de la noche a la mañana. ¿Qué aprendizajes haremos de todos estos cambios? ¿qué cambiará en nuestra forma de trabajar? ¿qué cambiaremos de nuestra relación con el trabajo?

A nivel social y, dependiendo mucho de cómo se esté viviendo si solos o con otras personas, nos hemos dado cuenta del valor y fuerza que tienen para nuestro bienestar las relaciones sociales. Nos echamos de menos y, aunque la tecnología nos ha mantenido más comunicados que nunca, el contacto físico, la energía generada en el encuentro nos falta. Ahora somos más conscientes del valor que tiene para nosotros la compañía y la conversación. ¿Qué mantendremos de ello? ¿Querremos volver a una actividad ciega, a un no parar en el que no encontramos el momento de quedar con aquellos que nos importan?

A nivel emocional, el prolongado período de alarma ha hecho que estemos viviendo una montaña rusa de emociones negativas entre el miedo, la tristeza y la rabia, oscilando entre ellas una y otra vez

Las personas estamos sufriendo una prolongada situación de peligro con repercusiones de mucho calado en nosotros mismos. Cuando las personas nos sentimos amenazadas sólo tenemos tres tipos de respuesta automáticas: la lucha, la huida y la parálisis. El hecho de que se esté prolongando durante meses está consolidando una emocionalidad colectiva negativa que fluctúa como un péndulo entre el miedo, la tristeza y la ira, oscilando entre ellas una y otra vez según las noticias, el desarrollo de estrategias de afrontamiento de inteligencia emocional que hayamos adquirido  y según nuestra personalidad.

En un principio, la parálisis era la reacción más generalizada, la confusión mental, el no creernos lo que pasaba y la impotencia y el desconcierto los sentimientos predominantes. Después del shock inicial y forzados por el aislamiento, la respuesta común era esa huída a nuestro espacio de seguridad, a la casa, al no salir y casi escondernos para que el #COVID19 no nos alcanzara. Tras más de 40 días aislados y cuatro meses de información negativa, las ganas de luchar están tomando el relevo. La fortaleza psicológica de las personas, junto a mejores cifras de curación y contagio hacen que nuestra  indefensión aprendida ante el virus está bajando.  Muchas personas comienzan a sentir sentimientos de indignación por la falta de libertad y las decisiones tomadas, la reacción de lucha, eso sí, controlada, va creciendo y se repiten las demandas de medidas y libertad.

Todos estos cambios nos han cambiado. Ya no somos los mismos.

Y aún en el supuesto de que hubiera la normalidad de lo anterior a la que volver, ya no veríamos ni actuaríamos igual. Nuestra percepción de la vida es otra, nuestras prioridades se han visto cuestionadas y nosotros nos hemos vuelto más resilientes, sí más resistentes, pero también con un mayor sentido de fragilidad y una jerarquía de prioridades nueva.

Habrá que construir un nuevo espacio social en el que tenga cabida esta nueva mirada de la vida y aprovechar los aprendizajes.

¿Querremos cambiar algo?

EL SÍNDROME DEL DIÓGENES MENTAL

Lo reconozco, me mantengo en algún grupo de WhatsApp sólo para asombrarme de lo que se dice y como un ejercicio sociológico de contemplar cómo las personas pensamos.

Algunos de los miembros de determinados grupos –no tengo que ver su nombre para saber quien lo ha dicho- tienen una forma de ver la vida, de analizar la información y de mostrar sus sentimientos que literalmente parecieran están metidos dentro de un basurero. Sólo ven basura, sólo hay basura para ellos, el mundo, la personas, la vida es una basura, todo es una basura.

Y claro, lo que ves fuera es lo que tu mirada te permite ver. No ves la realidad sino lo que te permiten ver las gafas que te pones. Si tus gafas son amables, amable es el mundo y si tus gafas son de odio eso es lo que ves. Proyectas sobre el mundo la apreciación de ti mismo que son tus gafas.

Solemos hablar de las personas tóxicas como de aquellas personas que nos afectan negativamente con su forma de estar y tratarnos pero, pocas veces nos damos cuenta de que la mayor toxicidad está en cómo interpretamos nosotros la vida porque es, desde ahí, desde donde aceptamos la toxicidad del otro. Por lo tanto,

cuando hablamos de personas tóxicas, lo primero que tendríamos que preguntarnos es por nuestro propio nivel de toxicidad.

Es aquí cuando aparece el síndrome del Diógenes mental. Este es una persona que vive rodeado de una basura ingente: “sus pensamientos, sentimientos y sensaciones”. Esta basura tiene una clara función, reducir su propia incertidumbre echando sobre todos los demás la culpa de lo que le pasa. A nivel cognitivo, es un tipo de persona que enjuicia la realidad desde la bipolaridad de bueno o malo. Para esta persona todo lo que no coincida con sus esquemas defensivos es malo. Con tal de no reconocer la disonancia cognitiva entre lo que piensa y la realidad, cambia su percepción del mundo para acomodarla a lo que piensa y protegerse con una armadura sólida que le permita defenderse de la inseguridad.

Buenos tiempos para el Diógenes mental. El nivel de incertidumbre social a nivel mundial es, sin duda el más alto de la historia, no sólo por las noticias sino por el papel de los medios de comunicación que luchan por los titulares más tenebrosos y catastrofistas. Ya lo decían en 007, “la mejor noticia es una mala noticia”. Siempre el ser humano lo ha sabido, no hay nada como el miedo para controlar a las personas. Hemos pasado de un infierno de ultratumba a un infierno planetario ¡en vida!

Así que, entre una cosa y otra, entre la predisposición personal a echar la culpa a los otros y el ambiente de las cadenas de TV con el dedo acusador buscando culpables de lo que sea, la culpa sigue siendo un sentimiento de moda en nuestra sociedad. Antes interiorizada, ahora externalizada.

El punto base es cómo pensamos las personas, aprendemos a atribuir el sentido de las cosas poniendo el control hacia fuera, es lo que en la Teoría de la Atribución de Psicología se conoce como poner el lugar de control externamente (locus de control externo). Está muy actual el término “ir de víctima” en desarrollo personal, precisamente para indicar esta actitud de sujeto pasivo de lo que ocurre donde los demás son los responsables de todo. Mi jefe es el que me hace la vida imposible, mi pareja es insoportable, mi hija tiene mal carácter, etc. etc. Cuanto pones el locus de control fuera atribuyes a los demás y las circunstancias la causa de tu enfado, de tu malestar, de tu mala suerte. No deja de ser una posición “cómoda” porque esta explicación te permite mantenerte sin hacer nada esperando que la suerte, la lotería, el gobierno o cualquier otro te solucione la vida. Pero, esto jamás ocurrirá, porque tu forma de pensar te impide sentirte a gusto contigo mismo y por más que cambien las circunstancias de tu vida, tú no cambiarás la forma de verlo.

Así que el Diógenes mental, se acomoda en este tipo de atribución, echando la culpa a todo lo que no sea él mismo. Su mente se va llenando de pensamientos de odio y su emoción base es la ira, vive enrabietado. A simple vista se observa un cuerpo tenso, a la que salta y, a veces, una respuesta muy controlada sarcástica. Hay una gran violencia más o menos contenida porque en el fondo el Diógenes mental se siente en peligro consigo mismo.

Visto desde fuera, ver a los Diógenes mentales apoderarse del protagonismo en las familias, las empresas o las instituciones resulta realmente desalentador. Su distorsión cognitiva les impide hacer un análisis de posibilidad, sólo ven aquello que ratifica sus juicios y que apoya sus posturas radicales. ¿Es el triunfo de la insanía mental?

No es fácil despegarse de los Diógenes mentales, se necesita un esfuerzo consciente de tomar distancia y darse cuenta de que su basura es suya y decidir que no es tuya.

Yo suelo decir a mis clientes: si te están echando un volquete de basura encima, ¿te quedas quieto, impasible?

basura-mental

Las buenas noticias es que a atribuir el lugar de control se aprende. Puedes dejar de ser un Diógenes mental, ir de víctima y hacerte responsable de tus propios pensamientos, sentimientos y acciones. Claro, que eso requiere valentía y voluntad.

El final de año es un buen momento para liberarnos de mucha cargas, basuras propias y ajenas, para hacer limpieza de la casa pero también para hacer limpieza de nuestra mente. ¿Por qué no empezar la década con la mente más limpia?

EL SÍNDROME DEL ALIENADO

imagen alienado¿Qué pasa cuando otra persona te influye de tal forma que dejas de ser tú mismo?

De todos los síndromes psicológicos, éste, probablemente sea el más inquietante. Y, no por la forma en que la persona piensa, interpreta y se conduce, sino porque

la persona ha dejado de ser ella misma, de confiar en sí misma, de pensar por sí misma y de comportarse como es propio de ella.

No, no se debe a una situación crítica. Sí que es cierto que hay situaciones de tal calibre que desestabilizan por completo la mente de una persona como son un coma, un secuestro prolongado o una deprivación, bien de alimentos o bien de contacto humano, que sacan a la persona de su propio paradigma y cambia sus valores, prioridades y conductas, en definitiva, deja de ser ella misma para convertirse en otra persona. Es bien conocido el “Sindrome de Stokolmo” en el cual el secuestrado adopta y defiende lo puntos de vista de su secuestrador como propios.

En el síndrome del alienado podrían darse esas circunstancias, pero, lo habitual. es que estemos hablando de un “secuestro del discernimiento y la voluntad” de la persona en un entorno diario. El alienado no está sometido a una situación límite sino que en su cotidianeidad ha adoptado como propio el paradigma de otro y, ese otro, no es precisamente alguien lleno de bondad o que le ofrece sus ideas para ampliar su perspectiva o que quiere su bien. Por el contrario, estamos hablando de alguien que encuentra un valor especial en arrastrar y manipular el pensamiento, el sentimiento y la conducta de otra persona, ignorando y despreciando quién es esa persona.

No  es un síndrome del que se hable mucho y, sin embargo, está muy presente en nuestra sociedad. Se da en  parejas, entre amigos, en grupos sociales, entre compañeros de trabajo, por supuesto, en todos los grupos “istas” (pongan el nombre que quieran y termínenlo en –ista) que imponen a sus miembros una forma de entender y comportarse en la vida. La forma extrema del síndrome del alienado se da en las sectas.

Todos tenemos claro que la influencia de otras personas es importante. Somos seres sociales y, es gracias a otras personas, que aprendemos a dar un valor a la realidad y a cómo relacionarnos con ella. Necesitamos ser aceptados y, si no lo somos, sentimos que no tenemos valor alguno, hasta el extremo de que nuestra vida pierde sentido. En el inconsciente humano siempre hay un juego entre la indiferenciación personal, el ser uno mismo y la aceptación y aprobación de un grupo, para lo cual tienes que ser como los otros exigen que seas.

El problema no está en este juego dialéctico, sino en las personas o en el grupo que se toma como validador. Sabemos, también, que no todas las personas son una buena influencia para nosotros. Por su forma de pensar o de actuar, nos pueden arrastrar en contra de nuestro propio bien.

Hoy en día, es muy habitual oír hablar de las personas tóxicas, personas que nos influyen negativamente si bien es más o menos fácil identificarlas porque, en alguna medida, tenemos claro que nos hacen mal: afectan nuestro carácter; nos hacen sentirnos mal o nos vemos empujados a reaccionar sin control. Sin embargo, los alienadores son difíciles de distinguir cuando estás enganchado a ellos, aunque sí sean visibles para las personas del entorno del alienado.

¿A quién afecta?

La mayoría de las personas podríamos llegar a este estado en determinadas condiciones. No es una patología mental, salvo cuando así lo diagnostica la Psiquiatría. A diferencia de la psicosis, en la cual el individuo sustituye la realidad por un delirio,

en el estado de alienación el individuo sustituye la realidad por el discurso de otro que actúa como alienador.

La adolescencia es un momento fácil para este tipo de vínculos destructivos. Hay que considerar que, hoy en día, a su predisposición natural por el momento vital, se suma el impacto irresponsable y anónimo de las RRSS. Es bastante fácil que un adolescente pierda la fuerza personal que está aún en construcción para relativizar los juicios de otros (opiniones de otros, que no verdades) cuando convierte las RRSS en su principal fuente de validación como persona. De ahí la importancia de que los padres sean referentes sobre cómo interpretar la vida.

También, es un momento fácil para estos vínculos destructivos, la conocida como “crisis de los cuarenta”,  que se vive desde los 36 años a los 42 en los que la persona que no está segura de ser “válida” y duda del sentido de si mismo puede terminar buscando respuestas fáciles y “cantos de sirena” en alienadores que le den mensajes tranquilizadores.

El caso es que se produce un cambio en el mindset, en la interpretación de la propia vida, que va en contra de todo lo que la persona ha vivido y validado como adecuado hasta ahora. Hasta aquí, podría interpretarse como un ejercicio de la indiferenciación y poder personal en la construcción del sí mismo, sin embargo, en el síndrome del alienado, esta modificación cognitiva se debe a una necesidad ontológica no resuelta de la persona que se junta, además, con la presencia de la influencia perversa de un alienador.

¿Qué te lleva a dejarte alienar?

Para que se produzca el síndrome del alienado se dan varias circunstancias simultáneamente:

  1. Una cierta predisposición personal
  2. Factores externos
  3. La presencia del alienador

El alienado reúne dos condiciones psicológicas simultáneamente que le pueden predisponer a caer en ello. Por un lado, una propensión a la dependencia en el vínculo (relación de unión con otra persona, típicamente los vínculos afectivos con padres, pareja o hijos) porque la persona aún no ha conseguido la autonomía propia de una identidad bien definida. Sigue en el juego dialéctico de “ser” o “no ser”, en definitiva, de decidir “quién ser”. Es, precisamente, para compensar esa insatisfacción consigo sí mismo, esa falta de sentirse validado, por lo que puede estar volcado en hacer cosas continuamente, no sólo estar ocupado sino en no parar para no tener el tiempo de confrontarse consigo mismo y revisar la validación que hace de sí mismo. Además y, esto potencia la predisposición, tiene una propensión obsesiva que le lleva a tomarse las cosas en forma absoluta, en términos dicotómicos de sí o no.

Factores externos como altos niveles de stress situacional, bien por el trabajo (incertidumbre, cambios continuos, carga excesiva o carencia); las relaciones (conflictos, separaciones, fallecimientos); la familia (crianza y cuidado de otros miembros enfermos o mayores); las noticias (siempre catastrofistas), las condiciones de vida (carencias, dureza); residencias (cambios, ausencia de un lugar fijo, de seguridad); déficits en la alimentación (en concreto la falta de proteínas), etc.

La presencia cercana del alienador es el requisito imprescindible. El alienador es un individuo que se cree poseedor de la única verdad absoluta sobre la vida, las personas, lo que debe y no debe pensarse, sentirse o hacerse y, que necesita imponerla a los demás como forma de sentir un cierto control que le permita reducir su propia incapacidad para afrontar la incertidumbre y la diversidad. Como no es capaz de controlarse a sí mismo proyecta el control sobre otras personas. Suele asociarse a algún síndrome o trastorno neurológico. En vez de gestionar su vida, proyecta el control sobre la vida de los demás y, éste es un aspecto diferencial que lo caracteriza de sociópata, encuentra un auténtico placer en manipular y adoctrinar a otras personas, en aislarlas de otras personas referentes para ellos (en especial sus seres queridos) y en eliminar su libertad y voluntad. Es un individuo sociópata que manipula, trasgrede, desafía o violenta las normas sociales en beneficio propio, sin importarle la ética social, ni el bienestar de los otros, ni las consecuencias que sus actos pueden tener sobre los demás. Descalificará, despreciará y humillará a los seres queridos del alienado haciéndole ver que no están a su altura para desconectarle de ellos. En el alienador hay una tendencia psicópata a aprovecharse del otro e incluso a hacerle daño sin sentimiento de culpa. No suele ser violento, su expresión puede parecer amable, divertida, cercana, más bien actúa como una fina lluvia constante, se habla de ellos como de “psicópatas de guante blanco”.

“Amigos”, profetas, gurús, influencers, periodistas influyentes en los medios de comunicación, conferenciantes y vendedores de felicidad, sobre todo los que aparecen más en las RRSS, iluminados de “la nueva vida” que dicen tener el conocimiento de algo oculto y sanador que va a eliminar tu dolor,…, TODOS, te dicen cómo tienes que vivir porque ellos sí que saben lo que tienes que hacer: cómo tienes que pensar, sentirte, actuar. Se muestran soberbios, como seres superiores a ti por sus principios, sus ideas o sus comportamientos, son mejores que tú, más listos que tú y en posesión de la verdad. Hay más alienadores de lo que nos imaginamos. El que en realidad afecta al alienado es aquel al que le abre la puerta de su intimidad, bien porque conviven, bien porque le escucha continuamente y, ese, sí que acaba con el alienado, convirtiéndote en una marioneta a su disposición.

El punto diferencial es que el alienado le ha otorgado al alienador la autoridad de ser su referente, su guía y ha adoptado de éste la forma de interpretar la vida, lo que vale y lo que no vale, lo que es cierto y lo que no.

¿Qué significa estar alienado?

Como siempre, entender el significado de las palabras nos permite comprender mejor el alcance de lo que expresan. Alienado procede del latín  alienatio, alejamiento, privación y no puede expresarlo mejor. En la alineación, hay una privación del derecho y la libertad de la persona de sí mismo y de sus relaciones de apoyo.

También se relaciona con alienus propio de otro, extraño a uno y ajeno. Y, es así, en la alienación interviene otra persona, el alienador que consigue ese efecto.

Estar alienado supone perder los propios referentes personales para adoptar los de alguien ajeno, de forma inconsciente, eso sí y, debido a la influencia manipuladora del otro.  Busca la aprobación del alienador y el sentirse parte de su mundo y sus contactos. El alienado se autoengaña, no analiza la información sino que adquiere la narrativa del otro y la fundamenta en las razones que ha asimilado por ósmosis del alienador. En realidad, pierde su capacidad de autogestión, su libre albedrío y sufre un vacío de su propia voluntad que se llena de la voluntad del alienador. Hace lo que el alienador considera que debe hacer. El problema ontológico se manifiesta en que la persona deja de elegir libremente para asumir el paradigma del alienador como “su verdad” aunque se cree, defiende y justifica ese paradigma como el suyo.

Ah!!! Pero no es su paradigma.  Es impostado.

¿Qué implicaciones tiene estar alienado?

Como todo, estar alienado, tiene sus ventajas y sus inconvenientes.

VENTAJAS E INCONVENIENTES PARA EL ALIENADO

VENTAJAS

INCONVENIENTES

  • Se reduce la ansiedad porque adquieres certidumbres que te tranquilizan.
  • Crees que eres ahora aceptado y eso te hace sentir parte de… un grupo, un colectivo, una élite.
  • Sientes que estás en una zona de confort protegida.
  • Das la autoridad al alineador para ser tu guía, lo que te hace fácil entender lo que pasa y, sobre todo, te hace sentir seguro de lo que tienes que hacer.
  • Sientes una especie de liberación de todo y de todos porque ahora SI tienes las respuestas y no les necesitas.
  • La duda, el miedo, la incertidumbre quedan eliminadas o pasan a un segundo plano porque has asumido “la verdad absoluta” del alineador, las cosas son así y no hay que cuestionarlas.
  • El conflicto intrapsíquico producido por la lucha del alienado entre sus certezas y sus dudas sobre quién es, se ven reducidas.
  • La disonancia cognitiva entre quien soy y quien quiero ser, entre lo que está bien y lo que está mal, entre el deber y el querer, entre lo prohibido y lo permitido desaparece al adoptar el paradigma del alienador.
  • Se dispara el sentimiento de euforia al reducir la incertidumbre y creerse en posesión de la verdad sobre la vida.
  • Dejas de ser consciente de ti mismo.
  • Renuncias a tu responsabilidad con tu propia persona.
  • Actúas como otro dictamina que tienes que actuar.
  • La pérdida del sentido del yo es creciente por lo que si se cuestiona el paradigma del alienador o su autoridad puedes quedar expuesto a la incertidumbre.
  • Los efectos metamórficos del cambio cognitivo que se originan afectan a todo el sistema de creencias, valores, prioridades y relaciones.
  • Hay un aislamiento del círculo de apoyo anterior a la aparición del alienador que pudiera contra-restar su efecto.
  • Se rompen los vínculos afectivos anteriores.
  • Hay un bloqueo cognitivo que impide atender a la información de forma objetiva y equilibrada.
  • Cuando se rompa el vínculo con el alienador se produce un vacío existencial grave que requiere mucho apoyo e intervención profesional para superarlo.

 

 

Si no fuera una situación “con beneficios” para el alienado no se mantendría. Los tiene e importantes. La distorsión cognitiva hace que estar alienado puede resultar muy cómodo. El alienado, por fin, se siente seguro porque el paradigma que le “impone” el alienador hace que ya no tenga que pensar, ahora es un seguidor y simplemente tiene que seguir. Desarrolla un bloqueo cognitivo donde ya no entra ninguna información que cuestione el paradigma alienante.

Y, eso, tiene para el alienado un coste de dimensiones existenciales. Cualquier análisis de información, cualquier decisión que tome; el cómo afronta emocionalmente los hechos y el cómo se comporta están ahora al servicio del paradigma del alienador.

Es fácil encontrar que el alienado ha tomado decisiones drásticas que han roto su trayectoria vital o profesional. Como parte del síndrome necesita romper con todo lo que previamente eran sus referentes para no sufrir la disonancia cognitiva  del conflicto con el nuevo paradigma del alienado.

¿Se puede “desprogramar” al alienado?

La alineación está en la mente, en cómo piensa el alienado. No es un objeto inmodificable sino una estrategia de pensamiento dinámica para interpretar la vida, eso sí, llena de la carga destructiva que conlleva en contra de la propia persona.

Consciencia, Responsabilidad y Acción son los fases de trabajo cognitivo para desengancharse del alienador. Y, será complicado que pueda hacerlo sólo. Requerirá de un profesional de la Psicología que le acompañe en el intenso trabajo que necesita hacer y mejor si cuenta con una buena red de apoyo social.

El primer paso es cuestionar el “bloqueo cognitivo” que tiene el alienado para que pueda  “darse cuenta” de dónde está porque esa es la clave, de las ventajas y los inconvenientes y las consecuencias en su vida de vivir alienado tanto para él o ella como para aquellas personas que aún le sean significativas. Pero no es fácil que la persona pueda hacerlo mientras siga mirando la vida con las gafas de su alienador. Que el alienado tenga un insight y se de cuenta por sí mismo del dominio que el alienador tiene sobre él o ella no es fácil salvo que ocurra un incidente dramático que confronte a la persona con dónde está y qué está haciendo o acepte la intervención de un profesional de la Psicología que le facilite conseguir otra perspectiva.  Mientras no se de cuenta de que esa forma de pensar y el alienador le están impidiendo ser él o ella misma, no hay posibilidad de cambio. Es difícil que acepte la perspectiva de otros sobre la situación ya que cree estar en posesión de la verdad absoluta. Como se suele decir “no atiende a razones”.

Hacerse responsable de sí mismo y ser el protagonista de sus pensamientos es el segundo paso, difícil, ya que el cambio sólo es posible cuando alguien quiere cambiar y, en este caso, el alienado se siente más seguro aferrado al paradigma del alienador en el que se enroca obsesivamente.

Pasar del paradigma de verdad única al de verdad relativa, de depender del otro a asumir la responsabilidad de mirarse y ver lo que es de él o ella y lo que no es de él o ella, no es fácil para el alienado porque su estado mental se caracteriza precisamente por una pérdida de la propia identidad, una disminución de la autoconsciencia y las autoreferencias  que ha sustituido por las del alienador.

Cuando se interviene en las primeras etapas de la alienación los resultados son más favorables. Cuanto más tiempo siga el alienado a merced del paradigma del alienador más complicado será retrotraer los efectos destructivos del yo que ha producido. Pero puede ser reversible aunque deje cicatrices. También corresponderá a la responsabilidad consigo mismo de la persona en convertirlo en una experiencia de resiliencia que le permita un mayor desarrollo personal.

Y, por último, la acción diferente. Mientras ésta no se produzca no habrá cambio. Y, por supuesto, implica que la persona hasta ahora alienada tome distancia mental, sentimental y física del alienador, tendrá que eliminarle de su vida. Implica retomar relaciones, reparar, en la medida de lo posible, la confianza rota y mirar la vida desde un nuevo paradigma construido, esta vez, si, por sí misma.

El proceso de desenganche lleva tiempo y, a veces, los daños producidos en la vida del alienado son irreparables: decisiones tomadas de vida y de profesión, rupturas de relaciones y, también, somatización de esas tensiones que terminan siendo enfermedades. Son muchas las personas que narran los cambios drásticos en su vida cuando han conseguido salir de esa trampa: primero el pozo en el que estaban metidas, después el shock que produjo la toma de consciencia y el cambio posterior hacia una mayor responsabilidad consigo mismo.

Dos ideas finales:

  1. El poder de la persona está en su mente tanto para su destrucción como para su construcción.
  2. Siempre estamos construyéndonos y siempre podemos mejorarnos como personas.

Y una pregunta:

¿Cómo sería nuestra vida si nuestros principios fueran la Belleza, la Bondad y el Bienser?

EL SÍNDROME DEL IMPOSTOR 

soy lo que creo¿Qué pasa cuando te ves como un fraude?

¿Cuando te crees que no vales y piensas que lo que consigues es una mentira?

¿Qué es?

Por impostor se entiende alguien que finge lo que no es. El “síndrome del impostor” es una forma de verse a uno mismo ante la vida que produce un conjunto de síntomas cognitivos, afectivos, conductuales y fisiológicos relacionados con el estrés. Se vive con “sufrimiento psicológico” y, con frecuencia, trastornos somáticos.

El término fue acuñado por las psicólogas clínicas Pauline Clance y Suzanne Imes en 1978.

Es un trastorno funcional. Es decir, tiene que ver con cómo piensas y razonas sobre ti mismo, tu capacidad y merecimiento para alcanzar objetivos que lo haces de tal forma que te lleva a sentirte mal. Por lo tanto, no está recogido en ninguna clasificación clínica.

Cuando se está bajo los efectos de este síndrome, las personas sienten que no se merecen lo que han alcanzado y que los demás se van a dar cuenta de su falta de méritos y competencias, de que son un fraude. Piensan que si los demás supieran lo mediocres que son les quitarían las condiciones de que disponen: trabajo, posición, aprobados, reconocimiento, cariño, etc.

¿A quien afecta?

A personas con gran exigencia consigo mismos, perfeccionistas y de gran rendimiento como son los  estudiantes con buenas notas, deportistas, profesionales cuyo ejercicio se vincula con objetivos, a quienes afecta más cuanto más éxito tienen. ¿Quié lo diría? pero el astronauta Neil Armstrong pasó también por este síndrome.

Y, afecta más a las mujeres que a los varones. Es sabido que tras su salida de la Casa Blanca, Michelle Obama confesó que sufría el síndrome del impostor. Jennifer López y Michel Pfeiffer son algunas de las muchas actrices que lo ha hecho público. Las investigaciones confirman la alta frecuencia entre mujeres seguramente vinculada a las creencias culturales sobre la valía de éstas y la disonancia real entre lo que se “supone culturalmente” que una mujer puede hacer y cómo y lo que en realidad hacen.

Es un síndrome que aparece con gran frecuencia en los procesos de psicología coaching ejecutivo.

¿Cuáles son los síntomas?

Los síntomas más notables son los cognitivos que tienen que ver con cómo piensa y se juzga a sí mismo (inteligencia emocional) a los que se asocian síntomas afectivos, conductuales y fisiológicos. Todos ellos fomentan un ciclo tóxico en el que la persona se ve atrapada y que, además, lleva a comportamientos “autodestructivos” como el autosabotaje, la descalificación, la inhibición, etc.

SINTOMAS DEL SÍNDROME DEL IMPOSTOR
Pensamientos

  • Creencias negativas en torno a la propia capacidad, merecimiento y valía.
  • Creencia de que el éxito se debe a razones externas: a suerte, el azar, a la ayuda de otros.
  • Expectativas de fracaso ante situaciones similares a las que previamente han superado con éxito.
  • Desconfianza en las propias competencias que le han permitido conseguir sus resultados.
  • Falta de motivación de logro.
  • Descalificación personal.
  • Pensamientos catastrofistas.

Sentimientos

  • Desánimo, desesperanza, indefensión.
  • Alteraciones del ánimo.
  • Miedo a que los demás descubran su “fraude”.
  • Miedo constante a no estar a la altura.
  • Inseguridad en el ámbito académico, laboral, e incluso en las relaciones sociales.

Conductas

  • Inhibición e incluso parálisis para afrontar nuevos retos.
  • Inhibición en la participación social tanto en las relaciones sociales como en actividades profesionales como la participación en las reuniones profesionales.
  • Hablar negativamente de sí mismo, desvalorizarse, desprestigiarse,  ningunearse.
  • No son capaces de aceptar reconocimiento ni elogios.
  • Evitan las situaciones de exposición y evaluación.
  • No piden ayuda para afrontar los temas en los que están inmersos.

Fisiológicos

  • Alteraciones gastrointestinales, del sueño y otros síntomas propios del estrés.

¿Cuáles son las consecuencias?

El síndrome puede actuar como un potente bloquedor de la persona. Al sentirse un fraude no apuesta por sí mismo, no se da valor y no se hace valer.

En el entorno laboral esto puede tener serias consecuencias, tal y como muestra un estudio realizado en la Universidad de Salzburgo de Austria en 2016 donde se indicaba que, la mayoría de las personas que lo sufrían veían limitada su carrera profesional, tenían sueldos más bajos, menos promociones que sus compañeros con capacidades y experiencia similares y mayor incapacidad para buscar nuevos empleos.

A nivel personal, este tipo de pensamiento conlleva una importante carga de “sufrimiento psicológico” que puede llegar a ser realmente intensa, afectando sus relaciones personales y, lo que es básico, su relación consigo mismo. Es frecuente, que como fruto del diálogo descalificante interno que mantiene no sólo se juzgue de manera limitante sino que llegue a castigarse por el hecho de verse como un fraude con conductas como no darse permiso para disfrutar, recibir elogios, afecto, etc.

¿Por qué ocurre?

Las personas somos seres en construcción permanente, nos vamos haciendo constantemente con nuestras experiencias a través del procesamiento que hacemos de las situaciones.

De una forma muy simple podríamos decir que interpretamos lo que ocurre a través de 4 dimensiones de experimentación vital:

  1. Cognitiva
  2. Afectiva
  3. Conductual
  4. Fisiológica

El Síndrome del impostor afecta intensamente a todas estas dimensiones vitales.

A nivel cognitivo digamos que se produce una atribución externa del locus de control. ¿Qué significa esto? Pues, dicho de forma muy sencilla, que se interpretan los hechos pensando que otros, el azar, la oportunidad son la causa de lo que ocurre y que yo no tengo ningún papel en ello. Y esta es la base del síndrome del fracasado.

Como consecuencia de esta atribución externa:

Se hace un razonamiento ilógico. Las deducciones se basan en premisas sustentadas en una atribución externa  que no se corresponden con los hechos sino con su interpretación de los hechos. Esta atribución externa no permite a la persona reconocer su papel en sus logros a pesar de los datos que avalan sus resultados sino que lo achaca a otros factores externos como la suerte, azar, otros o la ayuda y, por lo tanto, no internaliza el logro como algo personal.

Fruto de su atribución externa no son capaces de reconocer la propia competencia ni considerarnos a nosotros mismos como válidos.

Además, se comparan continuamente con los demás, por su puesto para “perder”, porque interpretan que los demás son más inteligentes, competentes y valiosos. Y, simultáneamente, buscan ser “el mejor de los mejores” como un intento de conseguir valorar para sí mismos.

Vinculado con este tipo de razonamiento y atribución causal externa está el sentido de identidad de la persona. Naturalmente percibe los tres componentes de la identidad: autoconcepto, autoestima y autoimagen de forma distorsionada.

Es territorio de la inteligencia emocional: del cómo te interpretas, relaciona contigo mismo y con los demás. Es lógico pensar que hay un pobre desarrollo de la inteligencia emocional intrapersonal, por supuesto, aunque la inteligencia cognitiva sea muy alta (que con frecuencia lo es). El cómo viviste en la infancia el planteamiento de objetivos, el reconocimiento a tus logros y la valoración de ti como agente del éxito es el punto de partida. Pero, se sigue desarrollando de por vida y, por eso, podemos aprender a modificarlo.

Y hablando de infancia, es ahí donde aprendemos a fundamentar nuestras creencias de merecimiento, capacidad y valía. Pero, activamente podemos aprender siempre a conseguir las creencias que queremos para ser quienes queremos ser.

¿Qué lo empeora?

Por un lado, la presión social y, por otro, las creencias sociales.

La presión social que se manifiesta en la competitividad por conseguir las mejores notas, conseguir los objetivos, tener más likes. En las empresas la presión por conseguir los objetivos, la inmediatez y la exigencia continua empeoran el escenario. Las redes sociales no han hecho más que incrementar las condiciones para que este síndrome aparezca. Incrementan la sensación de fraude al ver en las RRSS que los otros son exitosos (ya que sólo se muestran situaciones de este tipo).

Tampoco ayudan las creencias sociales como la de “vales lo que ganas” que pone el valor de las personas en lo que consiguen y no en lo que son lo que genera una profunda confusión en muchas personas sobre su identidad.

¿Cómo superarlo?

Estamos hablando de un síndrome psicológico de cómo las personas afrontan la vida.

De poco valen las “recetas” facilonas de “haz esto o haz lo otro”. No vale que nadie te diga lo que tienes que hacer porque precisamente has llegado hasta aquí por ello.

La única solución es cambiar tus procesos y paradigmas de pensamiento sobre la vida y eso lo tienes que hacer tú desde ti mismo y con lo que a ti te vale.

Sin embargo, es muy, muy laborioso superarlo por uno mismo.

Este es uno de esos casos en los que el acompañamiento profesional marca la diferencia tanto en tiempo como esfuerzo para conseguir los cambios buscados y alcanzar “resultados extra-ordinarios”. Buscar ayuda para lo que no te funciona es el primer paso para conseguir lo que quieres.

Un psicólogo experto en coaching:

  1. Te lleva a tomar consciencia de cómo piensas, sientes, actúas y somatizas la forma que tienes de enfrentarte a la vida. Cuando el coachee se reconoce en el síndrome del impostor ya se produce un shock que le predispone al cambio. Te impulsa a aceptarte y reconocerte como persona, revisando tus creencias, cómo se han formado, cómo razonas y te sientes con ello.
  2. Te acompaña a que veas cómo modificar tus esquemas de razonamiento basados en la atribución del locus de control externo; desarrolles tu inteligencia emocional intrapersonal; priorices tus objetivos y, muy, muy importante valores lo que hay y no lo que falta (es decir, dejes de pensar en términos negativos o términos absolutos de todo o nada).
  3. Fomenta que revises tus éxitos desde tu nueva óptica de atribución del locus de control interno, “yo lo he conseguido” y desarrolles tu sentido de identidad que ahora es capaz de conseguir sus logros.

¿Por qué seguir sintiéndote fracasado cuando

esto es sólo una forma de interpretar la vida?

La capacidad de cambiar cómo nos sentimos en nuestra vida sólo está en nuestras manos, ¡¡podemos ser muy poderosos!!

 

EMOCIONES CAPACITANTES

cita con los lectoresSí, porque las emociones nos capacitan para un tipo de acción u otro. ¿Quieres saber más? Te invito a una tertulia muy especial, un encuentro con los lectores de mi libro “Emociones capacitantes. Su gestión en el coaching, el liderazgo y la educación” Será muy especial.